“Tully” pone sobre la mesa reflexiones habituales en cualquier progenitor de clase media con hijos en edad de desarrollo. ¿Merece (o ha merecido) la pena sacrificar tanto en lo personal? ¿Estaré criando bien a mis hijos? ¿Cómo se las arreglan el resto de padres para descansar y sacar tiempo para uno mismo? A la vista está que el discurso no es especialmente original, es algo abordado con más o menos éxito en cientos de películas, pero la forma de escenificarlo sí lo es.

Es complicado describirlo sin revelar la gran sorpresa de la trama, pero si bien las premisas son conocidas, la manera de construir la historia y de narrar los pensamientos de la madre protagonista sí ofrecen cierta novedad. El resultado no es todo lo sorprendente que su director probablemente pensaba – una especie de revelación final que sobrecogiera al espectador en plan “El sexto sentido”- y la tostada se va oliendo desde etapas tempranas de la película, pero hay que reconocer cierto mérito en la idea y en el esfuerzo invertido para llevarlo a la práctica.

Película curiosa y, hasta cierto punto, interesante. No sabría decir si la recomiendo o no. Habrá gente que se sienta identificada y le agrade que se solidaricen con ellos y gente que le parecerá que frivoliza con las complejidades de la paternidad. Habrá gente que no sepa nada del tema y aporte perspectiva y gente que le parecerá un coñazo. Yo la vería. Ah, se me olvidaba, sale Charlize Theron en un papel fuera de su zona de confort y debe de hacerlo bien porque empatizas inmediatamente con ella. Sí, ahora estoy seguro de que la recomendaría para un rato muerto.