He de confesar que si acabé viendo “Suspiria” (el remake de 2018, no la original) fue debido a una simple casualidad, ya que escuchando la imprescindible tertulia “Par, Impar” de Dani Palacios y Juanma González, salió en una de las habituales listas de “Las nosécuántas películas más noséqué de tal año/lustro/década” y me decidí a buscarla y conseguirla. Ni por temática, ni por protagonistas ni por director, esta película habría entrado en mis radares, pero la palabra del dúo Palacios/González tiene para mí bastante valor y no es la primera vez que siguiendo sus recomendaciones en circunstancias parecidas he terminado haciendo buenos descubrimientos.

“Suspiria” es dura de ver. Y me refiero a ‘dura’ en el sentido de que no pone fácil las cosas al espectador. Es una película que se va descubriendo sobre la marcha, con escenas que esconden pistas que conducen a otras escenas con pistas con la complicación de que no todas las secuencias aportan información, hay algunas que están incrustadas como ejemplo de virtuosismo o por pura creación de atmósfera. Y aunque algunos protagonistas son americanos, la mayoría de actores son europeos, la producción es europea, la dirección es europea y la localización es europea… con todo lo que ello conlleva en términos de ritmo y de estilo narrativo. Por eso, ahora mismo después de verla, me gustaría recordar de qué tipo de lista estaban hablando Par e Impar cuando la recomendaron, porque desde luego no debía de ser ni la de obras más entretenidas ni en la de obras maestras de acción. Es más, no descartemos que formara parte de las finalistas de ‘películas que te dejan con el culo torcido’.

Pero cuidado, puede que “Suspiria” no ofrezca entretenimiento puro y duro, pero sí que da motivos para verla. Ante todo, es curiosa. Ofrece una revisión novedosa del mito de la brujería, proponiendo una evolución de los aquelarres desde reuniones en torno a una hoguera en cuevas cochambrosas hacia una especie de comuna new-age, limpia y ordenada, oculta en pleno centro de Berlín donde las tareas y decisiones son sometidos a votación y los cargos se eligen democráticamente que es bastante consistente y verosímil. También establece unas normas para la magia, en cuanto a su uso y su precio, bastante creíbles. Luego hay frivolidades como que Tilda Swinton haga tres papeles distintos que no aportan nada, pero tampoco restan.

“Suspiria” no escatima en terror. Sobre todo psicológico, aunque también físico. Su estructura en actos aproxima poco a poco al espectador a encontrar lo que no esperaría encontrar en pleno centro de una capital de Europa y cuando ha exprimido el factor sorpresa, da rienda suelta a la sangría, rodada con bastante estilo.
La película responde a las expectativas creadas, te deja con el culo torcido en pleno climax y hace merecer el esfuerzo invertido. Gracias Par. Gracias Impar.