Una de las tecnopatochadas que se han puesto de moda estos días tiene que ver con un proyecto de Inteligencia Artificial cuya beta se ha abierto al gran público con el fin de depurar errores y facilitar su aprendizaje. De este modo, tú puedes abrir un chat (si el masificado servidor te lo permite, porque la cosa es trending) y conversar, supuestamente, con el programa en cuestión. Escéptico por naturaleza, yo no suelo entusiasmarme con estas cosas porque no sería la primera vez que tras un presunto bot inteligente hay un grupo de teleoperadores para dar el pego y dar sensación de progresos que atraigan inversores. Pero hay que reconocer que si todo es una farsa, o esta vez está muy lograda o los programadores son todos gallegos porque la IA es tan inapelable como prudente en sus diálogos. Tú le preguntas, por ejemplo, si está más rico un solomillo wagyu o el caviar iraní y la AI te dice que las dos cosas son muy ricas y que todo depende de los gustos de cada uno. Finísimo escaqueo del que no sale por mucho que trates de forzarla a mojarse con propuestas claramente sesgadas: le das a elegir entre un manjar y un ñordaco pinchado en un palo y responderá que, puesto que ella no lo ha probado y tiene que fiarse de la estadística, lo normal es que una cosa esté mucho más rica que la otra, pero que entra dentro de lo posible que haya gente que prefiera el mierdolo. La cosa no mejora si llevas el tema a posiciones morales. Si le preguntas si es se debería hacer descarrilar un tren para salvar a un señor atado a la vía, la IA razona muy elaboradamente que es mejor salvar cientos de vidas que una, pero que la decisión final debe depender del conductor.

La noticia, en principio, me suena a lo mismo que me suenan estas cosas: a hype interesado para rellenar informativos, vender periódicos o alcanzar cierta notoriedad. Pero se me ocurrió que esta IA (o su prima cinéfila) podría estar detrás de ciertas películas tan genéricas y mecánicas que parecen hechas por algoritmo e, inmediatamente, se me vino “Mañana empieza todo” como posible candidata. Porque la película no está mal y entretiene, pero deja las mismas sensaciones que la comida precocinada, como si fuese una producción resultado de seguir directrices procedentes de una análisis big data para obtener una combinación exitosa de emociones: un protagonista masculino de aspecto rudo pero simpaticote y un niño por sorpresa y con sorpresa, capaz de generar situaciones sobre padres novatos desbordados y conmover con sus problemas de salud. No creo que haya una sola escena puramente original en la película (más allá de que se trate de un remake, me refiero), todas pueden ser mapeadas con situaciones ya conocidas de otras películas, aunque sutilmente retocadas y reordenadas. Quizá sacar el nombre del actor que encarna al niño provocara cierto consumo de CPU, pero la opción de Omar Sy como cómico de moda no le debió de llevar a la IA ni un nanosegundo en el metaverso.

Pero lo que sin duda me lleva a pensar que no hay nadie humano detrás de “Mañana empieza todo” es que elabora un final muy arriesgado y, para mí, demasiado valiente habida cuenta de que todos sabemos que hay normas de casi obligado cuando hay niños de por medio. Un final demasiado perfecto para guionistas humanos y que sube de nivel una película poco cuestionable, pero totalmente previsible y de gags de poco lustre, hasta hacer que casi merezca la pena.