"El lado oscuro del corazón" es la obra magnánima del siempre irregular director argentino Eliseo Subiela, que aquí hace un claro homenaje a la lírica poética que tanto gusta introducir en el cine argentino sabedor que, embelesando a través de los diálogos como podría ocurrir en "Martin Hache" (Adolfo Aristarain, 1997), oculta cualquier detalle que pueda estropear una obra que llena tanto como deja algunos huecos vacíos por donde se nos escapa el alma.

El surrealismo encaja a la perfección en la búsqueda incesante de una simbiosis que mezcle el mundo más bohemio de nuestro protagonista -interpretado con acierto por Darío Grandinetti -, y la realidad que golpea sobre el día a día de su vida, en un entorno ajeno a la comprensión de su búsqueda personal. Por todo ello la cinta se convierte en una oda a la poesía, pues está ella misma escrita en verso bajo pluma. Como cada rima que discurre por los discursos de Mario Benedetti, los principios ideales del hombre chocan frontalmente con sus propias inseguridades, sacando a flote la miseria humana de quien eligió este tipo de vida, como la de quien elige visionar este tipo de cine. Paradójico.

El resultado final, sabroso y desconcertante. La realización en el tono onírico que bien podría haber firmado David Lynch puede ser excitante para muchos, pero confuso para aquellos que no se han embriagado del propósito intrínseco del film. Por otra parte, llevar al extremo el tono lírico del largometraje puede resultar cargante, e incluso pedante para los que busquen algo más de acción argumental en un desarrollo puramente bucólico. Después de todo, recuerden que un bolero es más importante para la humanidad que la Internacional o la Marsellesa.