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Voto de Eduardo:
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Thriller
Simon (James McAvoy), un empleado de una casa de subastas, se asocia con una banda criminal para robar una valiosa obra de arte. Pero, tras recibir un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro. Cuando ni las amenazas ni la tortura física logran arrancarle respuesta alguna, el líder de la banda (Vincent Cassel) contrata a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson) para que le ayude a recordar. (FILMAFFINITY) [+]
27 de agosto de 2014
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Hay cineastas que van de chulos por la vida, cambiando de género y estilo en cada nueva obra. Algo meritorio y que concita nuestro aplauso. Danny Boyle es uno de ellos, al igual que François Ozon y Michael Winterbottom. Pero eso no quiere decir que las cosas les salgan bien siempre. Ozon, por ejemplo, tiene escasas obras fallidas, pero yo diría que Boyle está monstruosamente sobrevalorado, en parte por haber ganado un Oscar por algo tan endeble, soso y edulcorado como Slumdog Millionaire. Trance vuelve a demostrar que las apariencias se imponen a las realidades. Se trata de rizar el rizo del thriller psicoanalítico, conduciendo de la nariz al espectador desde un atraco a una casa de subastas hasta el diván de una terapeuta, y dándole la vuelta a la historia como un calcetín. Pero no quiero desvelar a l@s posibles lector@s las insuficiencias, guiños y tejemanejes del guión. Que cada uno cargue con su cruz. Para empezar, una banda sonora "trance", por supuesto. Horrorosa. Danny se habrá divertido mucho, pero a mí me ha parecido innecesaria y atosigante. Por suerte, la cámara no padece el baile de San Vito como cabía esperar, para eso ya está el montaje frenético cuyo objetivo es aturdir al sufrido espectador. McEvoy demuestra que es uno de los actores más interesantes de su generación, al efectuar un convincente paso de la víctima al verdugo. Cassel repite el papel que lleva adherido como una segunda piel desde hace lustros (es casi imposible imaginarle dando vida a un personaje que no sea malvado, cruel y cínico). No me voy a extender sobre Rosario Dawson, sus monumentales pechos, o su cara de vicio oral. Un simple vistazo a su boca depredadora agita los sueños de paraísos perdidos a los que puede conducirnos esta esplendorosa señora. Es la principal excusa para ver esta película. No os la perdáis (a Rosario).