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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
3
Terror En una extraña isla habitada por demonios y espíritus, un hombre deberá enfrentarse a las fuerzas de la oscuridad. Película de culto rodada en blanco y negro y hablada en esperanto. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A propósito de Amazonas negras, escribía que algunas películas de culto lo son porque nadie, o casi nadie, las ha visto. Cuando llega el ansiado momento, todas tus ilusiones van desmoronándose poco a poco. Éste es el caso de Incubus, película maldita del maldito Leslie Stevens, un tipo más que interesante, guionista y escritor, inclinado hacia temas excéntricos y adelantado a su época en el plano sexual. Si más no, debería pasar a la posteridad por su obra Los amantes, que dio pie a la excelente cinta El señor de la guerra, que a su vez alimentó la fantasía de otro visionario, Juan Eduardo Cirlot, quien tras ver a Rosemary Forsyth salir desnuda de las aguas se embarcó en el largo ciclo de Bronwyn, una de las obras poéticas más importantes escritas en castellano. Además, no olvidemos el papel de Stevens como creador de la mítica serie The Outer Limits (Rumbo a lo desconocido), otra obra de culto.
Incubus es una película extraña, hermética, misteriosa y, definitivamente, fallida. Un súcubo, o sea, un demonio con forma de mujer, harto de cepillarse a tíos viciosos para llevarles a la perdición, decide intentar la seducción de un buen chico (William Shatner, justo antes de enfundarse el uniforme del capitán Kirk). Todo lo que viene a continuación es confuso y oscuro, con la ayuda de una fotografía también muy sombría del luego reconocido maestro Conrad C. Hall. Con una ambientación tipo El séptimo sello, unos diálogos escasos y crípticos, unas interpretaciones, ejem, vagamente adecuadas y una banda sonora de Dominic Frontiere, tal vez tomada prestada de The Outer Limits, Incubus sume en el aburrimiento más mortífero al espectador, a la espera de que suceda algo o la película termine de una vez. Al estar hablada en esperanto (no es broma), esta circunstancia alimenta todavía más la perplejidad del infausto cinéfilo que ha caído en la vieja trampa. De todos modos, como viene de propina con la primera parte de The Outer Limits, no nos quejaremos mucho. Queden estas líneas como advertencia a futuros incautos. Otra obra de "culto" al bote,.
Eduardo
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