Bigas Luna, que alimentó todas nuestras esperanzas después de dos películas tan espléndidas como Bilbao y Caniche, se fue deslizando poco a poco por el tobogán que conducía deprisa a los grandes éxitos comerciales y se despreocupaba de inquietudes artísticas y/o intelectuales. Claro que a él siempre le gustaba dar gato por liebre. En este caso, recoge la novela homónima de Manuel Vicent (que no he leído, y ya no pienso hacer) y nos entrega una historia de amour fou que, mira por dónde, tiene más de cretino que de fou. Tanto los personajes como las situaciones son inverosímiles, cuando no hilarantes, y el pretendido erotismo del film pasa por desnudar lo máximo posible a Leonor Watling, algo muy de agradecer, y un par de revolcones con Jordi Mollà, un actor que me ataca los nervios. Aquí está especialmente nefasto, pobre chico. Eduard Fernández, gran intérprete, lidia como puede con su imposible papel, y Leonor se entrega con entusiasmo y dedicación a salvar la película, cosa que no logra pese a sus denodados esfuerzos. En fin, un ejemplo más de los burdos intentos de Bigas Luna de pasar por autor de culto.