Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Comedia. Drama. Bélico Santa Victoria, un tranquilo pueblo del norte de Italia, es famoso por su delicioso vino. A punto de terminar la II Guerra Mundial (1939-1945), es ocupado por tropas alemanas, cuya misión es requisar un millón de botellas del preciado caldo. Pero resulta que, tras la muerte de Mussolini y la caída del fascismo, hay en el pueblo un nuevo alcalde que encuentra la solución para evitar el expolio: esconder las botellas antes de la inminente ... [+]
20 de febrero de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El secreto de Santa Vittoria llegó a nuestras pantallas cuando yo era carne de Arte y Ensayo, y había desarrollado cierta actitud "highbrow" ante determinadas muestras de cine comercial (lo cual no impedía que me zampara cualquier basura adscrita al terror, al fantastique o a la ciencia ficción que se estrenara. ¡Salvemos Can Pistolas!). Algunas circunstancias me recomendaron mantenerme alejado de esta película. Por ejemplo, Anna Magnani, cuyos ojos ojerosos, combinaciones blanquecinas e histrionismo agudo me producían ganas de echar a correr. Por ejemplo, el Anthony Quinn posterior a Zorba el griego, entocinado en encarnar a hombres bigger-than-life, cortos de entendederas y rápidos con la botella y la mano en el culo de la chica. Por ejemplo, Stanley Kramer, típico representante del cineasta liberal, o sea, progresista a la americana, que después de tocar temas tan trascendentales como el juramento hipocrático (No serás un extraño), la cuestión racial (Fugitivos), la guerra nuclear (La hora final) o evolucionistas versus fundamentalistas (La herencia del viento), sin olvidar Judgement at Nuremberg, cuyo repugnante título en castellano me niego a reproducir, sobre los crímenes del nazismo, se marcó un pelotazo en Cinerama con El mundo está loco, etc., y una pararruchada como Adivina quién viene esta noche. De modo que no estaba preparado para Santa Vittoria. El tiempo, que casi todo lo cura, ha calmado un poco mis ímpetus puristas, de modo que la grabé y la vi. Inofensiva. Todo el mundo sabe de qué va, así que no lo voy a repetir. Baste decir que Quinn está de bofetada en algunas secuencias, y que ella, al menos, no sale en combinación. Cuentan las crónicas que Anna detestaba a Anthony, y en la escena en que le echa a patadas de casa (yo también lo habría hecho), se empleó tan a fondo que... se rompió el pie. Se lo debieron pasar todos en grande. Por aquello de estar rodada en Italia, participan además Virna Lisi, bellísima, para devorarla de pies a cabeza y vuelta a empezar, el petardo de Renato Rascel y un superjoven Giancarlo Giannini, quien todavía no había desarrollado esas bolsas bajo los ojos propias de la mala vida. No quiero olvidar al veterano Eduardo Ciannelli y a una fugaz Valentina Cortese. La fotografía de Giuseppe Rotunno es espléndida, enamorada de los paisajes que enfoca y de ese terruño ancestral en el que se mueven los personajes. Parece ser que basada en hechos reales, Hardy Krüger repite su papel de oficial alemán-pero-no-nazi, con esa cara de buen chico que tenía. Demasiado larga para ser divertida, convoca alguna sonrisa de vez en cuando y te hace pensar en ese tipo de cine que, para bien o para mal, no volverá.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow