Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Ciencia ficción. Intriga. Drama El banquero, Arthur Hamilton (John Randolph), está viviendo días grises al lado de su familia cuando comienza a ser incitado por un amigo al que creía muerto, para que visite a La Compañía, donde le propondrán un cambio total de aspecto físico con el que podrá rehacer su vida dejando atrás todo su pasado. Hamilton accede a la compleja cirugía estética, pero ¿le asegurará este cambio un futuro feliz?
16 de junio de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo que predica el "tanto tienes, tanto vales" qué se puede esperar.
Gente afanándose por conseguir un éxito moral y financiero antes de que puedan comprender qué son ninguna de las dos cosas, rutinarias vidas de idas y venidas, decepciones, decepciones y decepciones. Toneladas de decepciones.
Primero con tu situación, después con quiénes te rodean y, más tarde, como la gran respuesta que siempre ha estado delante: decepción contigo mismo. Por no vivir feliz entre lo que se supone gente feliz en situaciones felices felizmente casadas.

'Plan Diabólico' se abre con unos incómodos créditos que derivan a una realidad blanco y negro, oscilante hacia el gris.
Con la vida de un hombre, Hamilton, que, como otros, vuelve del trabajo a casa, sin ningún tipo de alteración en su rutina. Para cuando una llamada misteriosa logra desequilibrar su frágil universo los planos cada vez más extrañamente encuadrados y aberrantes hacen aparición, como si fueran la duda que le está picando desde dentro. Una simple pregunta: ¿querría cambiar de vida?
Por todo lo que hemos visto, la respuesta es aún más simple.

En unas instalaciones cuidadas y rígidas, preguntan a Hamilton por el sentido de la vida, el fin último de su propia existencia, y descubre que no tiene. Es, de hecho, casi conmovedor contemplar a un hombre que ya ha dado lo mejor que tiene, y se da cuenta de que no se ha dejado nada para sí.
Tras operaciones, tanto físicas como clandestinas, a Hamilton se le da la vida de un apoderado artista, guapo, y con moderado éxito, viviendo en una casa de barrio rico. Es fascinante el subtexto que esconde esta transformación: de currito de trabajo a vividor que ha convertido su afición en negocio, alguien que de lo único que se tiene que preocupar es de no enfríarse demasiado cuando sale a la playa a las puertas de su casa.
De un extremo al otro, ambos solo separados por dinero, dejando claro que solo eso rige el mundo, pero también que lo que más nos gustaría en esta vida es generarlo tanto y de tal manera que podamos permitirnos ser dueños de nosotros mismos, no de otros.

Cuando conoce a una mujer que le inicia en los placeres que nunca conoció con su esposa, se desata otra parte que los poderosos pueden mostrar más a menudo: el febril y salvaje apetito que guía nuestros instintos más bajos, y por las que alguien como Hamilton ahora no tendrá ningún tipo de consecuencias.
Perderse a uno mismo, dicen, es encontrarse, aunque Hamilton solo encuentra repetición y puertas cerradas, de nuevo una cárcel que él pensaba que cambiaría con otros adornos. La conversación con su ex-mujer, una reliquia de otro hombre que ya apenas puede recordar, es casi desoladora: ella no tiene palabras hirientes para él, solo la más infinita piedad hacia un esposo que veía desvanecerse poco a poco entre obligaciones y responsabilidades, hasta que dejó de ser siquiera un ser humano.
Fracasada su "vida perfecta", es desoladora la mirada de Hamilton, un perfecto Rock Hudson, cuando comprende por fin que se rindió demasiado pronto, que su búsqueda de felicidad era una mentira contada a si mismo.

Probablemente, lo más escalofriante de esta historia, lo que realmente palpita en su interior, es lo más difícil de ver (o aceptar, si uno se reconoce): nada menos que la infructuosa huida de un hombre corriente que quiso ser extraordinario, sin darse cuenta de que nada externo podía concederle ese deseo.
Exige un acto de valentía, pero alguien solo consigue ser extraordinario, como bien recuerda el Doctor (no en vano, el creador de esa fábrica de vidas perfectas) cuando tiene un último centímetro dentro de sí que no ha cedido a las frustraciones o decepciones de la vida moderna. ¿El nombre de ese centímetro? Un sueño, o, si se quiere, una misión.
Algo tan complejo como crear una empresa de la nada, algo tan simple como amar a quien busca alegrarnos el día. Tiene muchas formas, y sin embargo nunca sabemos cuál es hasta que uno mismo no lo construye.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow