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España España · Madrid
Voto de Charles:
4
Ciencia ficción. Thriller El día que Mae Holland es contratada para trabajar en el Círculo, la empresa de internet más influyente del mundo, sabe que se le ha concedido la oportunidad de su vida. A través de un innovador sistema operativo, el Círculo unifica direcciones de email, perfiles de redes sociales, operaciones bancarias y contraseñas de usuarios dando lugar a una única identidad virtual y veraz, en pos de una nueva era marcada por la transparencia. (FILMAFFINITY) [+]
9 de mayo de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en la era del "todo inventado".
Honestamente, no creo que signifique que no hay nada por descubrir, sino que quien lo haga tendrá que tener más habilidad, o llegar más lejos.
Lo mismo ocurre con el cine: se han contado tantas historias, tantas veces y de tantas maneras diferentes, que cualquier tema requiere aportar algo sobre lo ya visto.

'El Círculo', en ese sentido, propone un tema muy interesante: la pérdida de privacidad, justificada algunas veces, exagerada otras tantas, que implica el progreso.
Para ello, elige iniciar con una idea bastante válida: las macro-empresas de presencia internacional tienen una ética podrida. No hay posibilidad de matices, nada de grises entre el blanco y negro, pero bueno, es un punto de partida que vale para desarrollar más cosas en esa línea.
La cosa es que nada surge a partir de ahí, todo se queda en una moraleja machacona e inofensiva, aún más blanda cuanto más se empeña el director en subrayar lo perfecto que es todo, cuando el espectador ya puede notar que no es así.
Las empresas son malas, wow qué novedad más inesperada.

Mae Holland entra a trabajar en "el Círculo", un complejo hiper-tecnificado de grandes ideas y trabajadores satisfechos, que parecen remar todos en la misma dirección del bien común.
Pronto se siente fascinada por su líder, el carismático Eimon Bailey, gurú de las nuevas tecnologías; un concentrado de todos los líderes de grandes empresas del nuevo siglo, de los que coleguean primero y trabajan después, al que da gusto escuchar ensalzando a todos sus trabajadores antes que a si mismo.
Y entonces empieza su ascenso a la cima, pasando por alto sus conocidos, todo por destacar dentro de la propia empresa y en la red social de la misma, un sutil organizador de vida que instaura una dictadura de eventos a los que no hay que faltar, bajo pena de "quedarse atrás" (¿y eso es lo último que se quiere, no?).

La sutilidad brilla por su ausencia: las brillantes superficies del complejo ya podrían estar bañadas en sangre y esqueletos, y no nos extrañaría lo más mínimo, porque nos pintan el Círculo como el MAL, con mayúsculas.
No existe debate, no se te planteas el "¿y si...?", no cabe atisbo de duda.
A mitad de película, algunas situaciones forzadísimas mediante, te das cuenta de que la película se limita a plasmar elementos reales de manera exagerada, sin aportar algo más allá, como si el guionista hubiera tomado notas de 'Black Mirror' sin prestar atención: oh, graba toda su intimidad como si fuera una youtuber, qué mal, las redes sociales siguen a Mae dándole un poder que no merece, qué horrible, oh, está dejando de lado familia y amigos, si es que las empresas mira que son malas que te apartan de los tuyos... un suma y sigue que confirma a Emma Watson definitivamente como una actriz horrenda, que sobreactúa en casi todo lo que hace, empeñada en condensar una seriedad de la que el guión carece.
Tan solo basta compararla con un Tom Hanks sutilísimo, más listo de lo que parece, y que consciente de que a su personaje solo le faltan cuernos y rabo, elige hacer una fina parodia de un villano de serie B, porque la película no merece tanto.

Algo interesante se podría haber sacado del retrato de una empresa que llega a abolir leyes elementales por sus productos, que no tiene reparo en inundar camisetas y tazas de su alienante logo, y que impulsa la competitividad hasta extremos que rozan el acoso.
Pero, en su lugar, queda una mediocridad que subraya moralejas elementales, señala problemas pero no se molesta en explorarlos, y es un verdadero insulto a la floja denuncia que propone: solo se centra en equiparar la realidad a su ficción, jugando a que el espectador poco exigente pueda reconocer sin problemas de que se le está hablando.
Y si hay algo más triste que la falta de denuncia, es dar la sensación de que hay una, cuando no queda más que lujoso envoltorio sin nada adentro.
Charles
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