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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Aventuras. Drama Principios del siglo XX. El explorador británico Percy Fawcett (Charlie Hunman), militar de carrera, es enviado a la selva amazónica para que delimite la frontera entre Brasil y Bolivia, ayudando así al Gobierno británico a preservar sus intereses en el negocio del caucho. En calidad de cartógrafo, Fawcett emprende un largo y peligroso viaje en el que se adentrará en territorios inexplorados de la jungla del Amazonas, acompañado por un ... [+]
10 de mayo de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una historia que, por fuerza, tiene que ser insatisfactoria.
Percy Fawcett nunca alcanzó la mítica ciudad de oro, y en su lugar desapareció para siempre en las profundidades de la selva, dejando un misterio tan insondable como fascinante.
No vamos a encontrar El Dorado, como él. Pero si podemos perdernos en el enigma que era poder encontrarlo, siguiendo los pasos del Coronel, en una crónica tan detallista como sesgada.

'La Ciudad Perdida de Z' renuncia a todo el trasfondo de leyendas y anécdotas que aportaba su novela original (recomendadísima lectura), y en su lugar apuesta por la única vía en la que cree poder ganar: una sobria biografía de Percy Fawcett, con la intención de que sus vivencias logren inspirar lo que no se puede expresar con palabras.
Quizá no era la manera más acertada de contar la historia, pero en el fondo no importa tanto, porque James Gray se las apaña para construir una apañada aventura, nada grandilocuente, y más efectiva cuanto más contenida: se nota la incomodidad callada de Fawcett, atrapado en un esmoquin con el que debe encajar en la ciega sociedad británica de los años 20, y en comparación saben a gloria esos momentos en los que atisbamos... algo, escondido en la jungla.
La gran aventura solo lo es en retrospectiva: las incursiones en la selva tienen un tono progresivamente más alucinatorio, como espejismos de un lugar donde todo es posible, y cada pequeño descubrimiento parece el prólogo a algo más grande.

Hay belleza en esta aventura, pero una muy especial, quizá demasiado sensible como para valorarla, la clase de belleza que acompaña misterios sin fin y certezas a medias.
Nunca somos capaces de meternos en la mente de Fawcett, todos sus pensamientos nos están vedados, apenas se comprende su fascinación por la ciudad de oro, pero si se puede adivinar en sus violentos parlamentos defendiendo su existencia: esa mítica ciudad es el más allá de su particular obsesión, el eslabón perdido entre el desierto verde que tanto le fascina y la civilización que tanto le incomoda. Un edén entre dos mundos, que justifica su búsqueda a cualquier precio.
La pregunta del patio de butacas podría ser cuándo narices va a encontrar la dichosa ciudad, y nos estaríamos perdiendo lo mejor de la película: la delicada poesía que supone no encontrarla, sino soñarla, imaginarla, llenarla de toda esperanza y abandonar la posibilidad de que exista, solamente para evitar nuestra decepción.

Decía David Grann en su libro que quizás Z nunca existió, que quizá solo fue la suma de leyendas, obsesiones y sueños de millones lo que construyó una ciudad en la selva, y de nuevo es una pena que esa lectura se pierda en su versión filmada, pero a cambio se vive la búsqueda de su mayor creyente, que se convirtió en parte de la leyenda misma.
Un trozo de vasija en la selva, una ancestral escultura entre el macizo de rocas... son fragmentos de un misterio que nunca desvelaremos, y probablemente el espectador buscando su particular El Dorado tendrá que lidiar con la decepción a su manera, por mucho que hubiera deseado ver la ciudad perdida.

Por lo demás, quedan esos bellos momentos en los que conocemos a un hombre extraordinario (al que Charlie Hunnam interpreta con una notable distancia emocional), al que le costaba expresar cariño a los suyos, que intentó toda su vida regresar de la Amazonia, pero que nunca pudo sacarla de su corazón.
Su último viaje es idealización pura y dura: aclamado por las masas, acompañado por el hijo que le despreció, alzado a hombros por los salvajes que siempre defendió... las doradas columnas de fuego que brillan en el río no son El Dorado (¿o sí?), pero tras años de búsqueda (que hemos vivido con él) parecen el destino final más bonito que cualquier soñador podría desear.

Existen junglas fuera de la naturaleza.
Formadas, no por verde y madera, sino por personas, historias, leyendas, misterios... e imposibles.
Perderse en ellas no implica conocimiento asegurado, de la misma manera que encontrar una vasija no implica encontrar El Dorado.
Pero a veces, si estamos atentos a las señales, si nos atrevemos a perdernos, si somos capaces de imaginarlos... somos capaces de ver los rastros de alguna verdad, y también la belleza de que siga estando oculta.
El Dorado, y Percy Fawcett, seguirán existiendo, inmutables e inmortales, en la selva de los que se atrevan a buscarlo.
Charles
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