Era gloriosa aquella época en la que, con apenas una premisa interesante, la diversión estaba asegurada.
Donde se iba al cine a soñar, imaginar, reír y llorar, pero sobre todo a disfrutar. Donde realmente no importaban los agujeros de guión o lo inverosímil.
Esa época existía el sentido de la maravilla, lo mejor que te podías encontrar en una pantalla.

'Pesadillas' trata, por todos los medios, de ser una digna sucesora de esa corriente, o por lo menos rendirle un merecido homenaje.
Por eso toma la apariencia de patio de juegos meta-narrativo y extremadamente referencial: si querías pesadillas aquí las tienes, si querías una macedonia de tus miedos infantiles también la encontrarás aquí. No hay más, y no hay por qué pedirlo, pues las historias de R.L. Stine solo buscaban ejercitar el escalofrío de la manera más inocente posible.
A los que 'El Resplandor' nos pillaba lejos, 'El Exorcista' era una leyenda urbana y 'Alien' un secreto a voces... siempre nos quedaron las 'Pesadillas' que cobraban forma en nuestra imaginación todavía por desarrollar.

Por eso, probablemente no exista mejor traslación que esta, de todos aquellos monstruos que alguna vez nos acecharon entre las letras de los libros.
Ahora, muy al contrario, han conseguido abandonar las páginas haciéndose reales, como ya eran en nuestras mentes, y buscan crear el caos como son expertos en crear. Quizá se eche en falta algo de verdadero "terror" en criaturas que alguna vez fueron lo más escalofriante jamás leído, pero la sensación de verles por fin en carne y hueso gana la partida a cualquier queja que se pueda tener, como si por fin hubieran salido a ese mundo en el que siempre les imaginábamos.
R. L. Stine siempre tuvo una visión inocente de los terrores juveniles, al borde de lo macabro, y eso se traslada en todo su esplendor a la pantalla: nunca verás una gota de sangre, pero no por ello los monstruos parecen menos peligrosos.

Precisamente, será R. L. Stine el encargado de volver a reunirles todos en una suerte de agradecido homenaje, que pese al excesivo Jack Black se sirve sin un gramo de ironía sobre la soledad del autor prolífico y brillante: el creador rodeado de sus creaciones, tanto de las que teme como de las que, a su pesar, ama. De nuevo, todo un guiño cómplice a una generación de lectores, que aprendieron a querer sus propios terrores a través de su lectura.
Los chavales que le acompañan casi podrían ser parte de otro juego referencial, sumidos en la expectativa de su baile de graduación o en la presión de ser el chico nuevo, pero es tal el festín de referencias servidas con genuino cariño que no vienen mal unas cuántas más. La vecinita curiosa y misteriosa viene también de regalo, quizá en otra época también nos habría enamorado.
En este caso, no son tantos personajes sino simples avatares para la aventura, y se hacen a un lado para dejar paso a los verdaderos protagonistas, terrores infantiles que nos sonreían perversamente desde portadas brillantes en la oscuridad.

'Pesadillas' es, en definitiva, un artefacto nostálgico de destrucción masiva, pero uno plenamente enamorado de su concepto y de los iconos a su disposición, que invita a dejarse llevar por su defensa del poder de lo imaginado (y escrito), siendo plenamente consciente de que tomarse en serio es matar la diversión.
Queda el giro final que ni Stine pudo anticipar, la broma más retorcida que Slappy no deja de recordar: "nos veremos en las pesadillas" dice. Y eso es porque, en el fondo, seguiremos queriendo que nos asusten.