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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
7.1
31,684
Animación. Comedia. Infantil La moderna metrópoli mamífera de Zootrópolis es una ciudad absolutamente única. Está compuesta de barrios con diferentes hábitats como la lujosa Sahara Square y la gélida Tundratown. Es un crisol donde los animales de cada entorno conviven, un lugar donde no importa lo que seas. De hecho puedes ser cualquier cosa, desde un elefante enorme hasta la musaraña más diminuta. Pero cuando llega la optimista agente Judy Hopps, descubre que ser ... [+]
16 de febrero de 2016
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un pensamiento muy ligero en mencionar que esta podría ser una historia de Pixar.
No me voy a poner a defender cada compañía por lo que representa o por lo que ha venido contando, pero sí parece que ante la sofisticación de tramas y renovación de conceptos actual que hace Disney muchos vuelven la vista al hermano mayor, Pixar, mencionando que seguro les han echado una manita en el desarrollo.

Y pregunto: ¿no fue Disney el primero, el pionero que nos llevó de la mano a las vidas de perros y gatos, mostrándonos que tienen sus costumbres y romances? ¿no fue Disney la que construyó un Nottingham poblado por animales emulando la leyenda del mejor arquero de los bosques?
¿No se merece Disney progresar sobre sus historias, sabiendo dónde se han quedado atrás, y actualizarlas para una nueva generación libre de prejuicios? Sí, se lo merece sin que le digamos que no ha podido hacerlo sola, porque siempre pudo hacerlo de esa manera. Y, de igual manera que una reina del hielo rompió las convenciones del "relato de princesas", esta es una historia que se propone lo mismo con los animales antropomórficos.

'Zootrópolis', concebida así, es muchas cosas: primero un deslumbrante mundo lleno ingeniosas soluciones para la vida diaria de sus habitantes, después una fascinante en todos los sentidos reflexión sobre el heroísmo de baratillo o el miedo irracional y, finalmente, para nuestro propio disfrute, la historia de una conejita que lucha día sí día también contra los prejuicios derivados de su especie o posición social.
La experiencia vital de Judy Hopps nos sirve de guía para no perdernos en este festival de colores y grandes conceptos, pues inmediatamente empatizamos con la historia de alguien que nunca lo ha tenido fácil para hacerse valer. En un brillante diseño, los animadores se encargan de resaltar su pequeño tamaño entre mastodontes, aunque tampoco se olvidan de acercarnos a su enorme voluntad y disposición.

Una experiencia de su niñez la deja una marca profunda para nunca olvidar: no importa lo que luches, perteneces a tu lugar, no vas a ser nadie más que lo que te dejen ser los demás. Es curioso como se elige este hecho, trivial, para resaltar la sinceridad salvaje de la niñez en la que ningún niño se priva de decir las cosas directamente, frente a los adultos que, quizás inconscientemente, sobre todo los padres, tratan de persuadirla con palabras amables que no harán efecto alguno.
Desde ese instante, la suya es una lucha por la diferencia, por probar que tiene las mismas agallas que los animales depredadores más grandes. Se llenan las conversaciones y las acciones, inicialmente graciosas, de pequeñas diferencias entre estos y los animales pequeños que en tiempos antigüos servirían de presa, cavando una zanja progresivamente más grande, de temor irracional y casi desprecio por lo diferente.

Mientras lucha por su sueño profesional, Judy se encontrará con Nick Wilde, un zorro estafador que se aprovecha de esas diferencias existentes que todo el mundo ignora. Será su discurso, brutalmente sincero, el que hará en Judy la mella que no hicieron las palabras de sus padres, quizá porque la retrotrae a aquel golpe juvenil: la vida es dura, y probablemente no haga tus sueños realidad.
Es bastante increíble que Disney ponga en los labios del supuesto canalla de buen corazón unas palabras así, pero lo es bastante más que en toda la historia nunca quiera apartarse de ese camino trazado. Ambos se embarcarán en una investigación, con algún brillante homenaje de por medio, que no dejará de afilar el ingenio a Judy y dar una lección de humildad al arrogante zorro, en la mejor tradición de compañero que se odia a amigo que se quiere.
Inciso: Disney se burla de los pantalones de Donald y de todas las ropas que alguna vez un animal antropomórfico ha vestido, de la única manera posible, demostrando que nadie se ha parado a contemplar las posibilidades de los "animalitos graciosos".

¿Pero recordais aquella zanja que se ha venido cavando desde la llegada de Judy, sin prisa pero sin pausa?
Pues sin previo aviso la historia te empuja y te mete de cabeza.
Lo que hasta entonces habían sido buenos y malos de repente son simplemente miedos mal dirigidos o discriminaciones injustas. Se abre un abanico de grises donde empezamos incluso a dudar de nuestra propia heroína, de la que aprendemos que no hay ninguna causa puramente justa, o ninguna frontera tan fina como para saltarla sin problemas. No hemos visto esa zanja, y hemos caído igual que ella, porque en otras historias siempre se ha asfaltado con buenas intenciones sin nada más.
Ahí es dónde realmente este relato madura y nos dice que, igual que no hay que convertirse en la bestia que te dicen que eres, tampoco hay que considerar al otro la bestia que te dicen que es.
Es entonces cuando Zootrópolis ya no es un lugar ficticio, y podría ser cualquier ciudad que vemos en las noticias.

Si pudiéramos quedarnos con alguna reflexión que dinamite años de animación con moralejas rancias, sería que las luchas no se ganan una vez, se ganan día a día. Ahí es cuando se difumina la última barrera, cuando ya no hablamos tanto de animales como hablamos de personas.
Y de repente, Disney ha conseguido lo que en décadas anteriores no se cansó de experimentar: ha hecho animales plenamente humanos. No porque hablen, o anden a dos patas, o vivan en sociedad urbanizada.

Sino porque primero nos ha mostrado sus miedos, sus esperanzas y sus luchas, para después mostrarnos cómo se conquistan, como nosotros también hacemos.
'Zootrópolis' se convierte así en la perfecta fábula del mundo actual: la que evita "animalitos graciosos" para hablar de problemas reales con consecuencias reales, pero sin olvidar el toque de esperanza y optimismo que debe acompañar, siempre, a relatos tan maravillosos como estos.
Charles
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