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Terror
Seis amigos que viajan por carretera para asistir al partido de fútbol más importante del año, la víspera deciden acampar al aire libre. A la mañana siguiente, se dan cuenta de que su coche ha sido manipulado, así que aceptan la invitación de un conductor que los lleva hasta Ambrose. Al llegar, visitan la principal atracción de la ciudad: la Casa de Cera de Trudy, que está llena de esculturas de cera cuyo parecido con los modelos es ... [+]
11 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da bastante "ternura", por así decirlo, que se intente provocar terror con un concepto tan "inocente" (también por así decirlo) como figuras de cera que encierran seres humanos.
Se me antoja algo casi del siglo pasado, una especie de idea de bombero que ya no espantaría a nadie, no cuando ya estamos acostumbrados a todo tipo de fuerzas sobrenaturales y carnicerías asesinas.
Sin embargo, hay que reconocer que 'La Casa de Cera' acierta en la manera de hacer funcionar esa idea: resaltando sus aspectos más inquietantes y morbosos, sin perder de vista que "encerar" a seres humanos se trata de algo muy retorcido, solo propio de una mente enferma.
Este museo tampoco es ya el producto de un taxidermista elegante, sino otro triste ejemplo de una tradición familiar que quedó obsoleta al paso del tiempo, y dejó en la Norteamérica profunda vástagos oscuros y macabros, que guardan cierta inquina a una sociedad que les ha dejado de lado.
Donde sí falla esta historia es cuando en su primera mitad se deja en manos de los típicos adolescentes descerebrados, casi monigotes, que no molestan pero aburren, y tardan mucho en llegar al pueblo donde les espera todo el meollo.
Pero cuando al fin llegan todo gana en interés y terror, porque es ahí cuando la pequeña localidad empieza a desvelar todos sus secretos poco a poco, con abundantes dosis de mal rollo y un gusto demente por los detalles macabros, que acaban siendo lo mejor del conjunto.
Una casa-museo enteramente tallada en cera, que parece extenderse más allá de sus límites naturales.
Muecas de inquietante felicidad eternamente talladas en figuras que descansan por todas partes, y dan un nuevo y escalofriante sentido al habitual pueblo antiguo donde todos se conocen.
Un cine que proyecta sin descanso '¿Qué fue de Baby Jane?', donde inmóviles espectadores ven a Bette Davis cantando una y otra vez.
Es justo decir que la acción en sí no es demasiado interesante, y hasta previsible, pero la imaginería que le da contexto supera con creces cualquier impresión, y puntúa alto cosas que hemos visto más de una vez.
Los asesinos difícilmente pueden variar sus formas de matar, y las víctimas adolescentes rara vez sirven para más que carne de cañón.
Pero casi que no importa si vienen encapsulados en una ambientación tan atractiva, donde el verdadero artista es el director: ha creado una curiosa película de terror, a la que su ambientación "cerúlea" logra diferenciar de otras piezas en exposición.
Se me antoja algo casi del siglo pasado, una especie de idea de bombero que ya no espantaría a nadie, no cuando ya estamos acostumbrados a todo tipo de fuerzas sobrenaturales y carnicerías asesinas.
Sin embargo, hay que reconocer que 'La Casa de Cera' acierta en la manera de hacer funcionar esa idea: resaltando sus aspectos más inquietantes y morbosos, sin perder de vista que "encerar" a seres humanos se trata de algo muy retorcido, solo propio de una mente enferma.
Este museo tampoco es ya el producto de un taxidermista elegante, sino otro triste ejemplo de una tradición familiar que quedó obsoleta al paso del tiempo, y dejó en la Norteamérica profunda vástagos oscuros y macabros, que guardan cierta inquina a una sociedad que les ha dejado de lado.
Donde sí falla esta historia es cuando en su primera mitad se deja en manos de los típicos adolescentes descerebrados, casi monigotes, que no molestan pero aburren, y tardan mucho en llegar al pueblo donde les espera todo el meollo.
Pero cuando al fin llegan todo gana en interés y terror, porque es ahí cuando la pequeña localidad empieza a desvelar todos sus secretos poco a poco, con abundantes dosis de mal rollo y un gusto demente por los detalles macabros, que acaban siendo lo mejor del conjunto.
Una casa-museo enteramente tallada en cera, que parece extenderse más allá de sus límites naturales.
Muecas de inquietante felicidad eternamente talladas en figuras que descansan por todas partes, y dan un nuevo y escalofriante sentido al habitual pueblo antiguo donde todos se conocen.
Un cine que proyecta sin descanso '¿Qué fue de Baby Jane?', donde inmóviles espectadores ven a Bette Davis cantando una y otra vez.
Es justo decir que la acción en sí no es demasiado interesante, y hasta previsible, pero la imaginería que le da contexto supera con creces cualquier impresión, y puntúa alto cosas que hemos visto más de una vez.
Los asesinos difícilmente pueden variar sus formas de matar, y las víctimas adolescentes rara vez sirven para más que carne de cañón.
Pero casi que no importa si vienen encapsulados en una ambientación tan atractiva, donde el verdadero artista es el director: ha creado una curiosa película de terror, a la que su ambientación "cerúlea" logra diferenciar de otras piezas en exposición.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Magnífico climax situado en el infierno de una casa de cera en llamas: uno casi oye los gritos de personas quemándose sin poder huir, y el escalofrío de huecos esqueletos que ya pasaron demasiado tiempo dentro de sus cascarones.
Pero otra interesante vuelta al tópico se queda en la historia de los hermanos siameses: piensas que el amable y educado es aquel que no está desfigurado, cuando en verdad el monstruo es quien no lleva la máscara y el cuchillo, por mucho que el macabro arte de quien sí los lleva dé una impresión contraria.
Pero otra interesante vuelta al tópico se queda en la historia de los hermanos siameses: piensas que el amable y educado es aquel que no está desfigurado, cuando en verdad el monstruo es quien no lleva la máscara y el cuchillo, por mucho que el macabro arte de quien sí los lleva dé una impresión contraria.