Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
9
Animación. Fantástico. Aventuras Kubo vive tranquilamente en un pequeño y normal pueblo hasta que un espíritu del pasado vuelve su vida patas arriba, al reavivar una venganza. Esto causa en Kubo multitud de malos tragos al verse perseguido por dioses y monstruos. Si de verdad Kubo quiere sobrevivir, antes debe localizar una armadura mágica que una vez fue vestida por su padre, un legendario guerrero samurái. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2016
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos la suma de las vivencias que guardamos y recordamos.
Esto, que parece una reflexión obvia, no lo parece tanto en una época en la que nos interesa más posar frente a los demás, asegurar que siempre somos de una determinada manera, y que nunca cambiaremos por nuestras circunstancias (parecería que ser de otra manera nos hace débiles). Esto, parece casi un mito desde que las redes sociales o la aceptación popular han instaurado la dictadura del ahora, del solo disfrutar el momento, ocultando los errores pasados por no enmendarlos, o incluso fingir que nunca existieron aunque nuestro propio ser nos pida compartirlos.
Teniendo eso en cuenta, hay que celebrar la llegada a las pantallas de un milagro como la historia de Kubo. Hecha de plastilina y alambre, pero tremendamente humana, sangrante y material, con un cariño inmenso hacia las historias que nosotros mismos nos contamos, no tanto hacia las que sirven para olvidar como a las que sirven para recordar nuestro camino, y las fortalezas que aprendimos en él.
Es el homenaje particular de Laika a las historias: a su creación, a su desarrollo y a su continuación, entendiéndolas como experiencia humana o como ficción desbocada. Ellos también, como un Kubo del nuevo siglo, le han dado forma a esta para contarla a una audiencia que somos nosotros.

'Kubo y las Dos Cuerdas Mágicas' empieza con una adecuada aura de misterio, sin miedo a continuarla durante el tiempo que sea necesario.
No es un gran problema porque mientras tanto deja que nos recreemos en paisajes fantásticos más allá de toda imaginación, pero sobre todo porque la técnica de origami de su protagonista nos mantiene tan embelesados como a los habitantes del pueblo al que cada día va a tocar su shamisen, una especie de guitarra tradicional japonesa que en este caso conjura figuras vivientes en trozos de papel.
Es un golpe maestro dejarnos en una relativa oscuridad frente a lo que va pasando: la historia se permite el lujo de contarnos que pasaría si no supiéramos un principio, un final, o un objetivo. Si no hemos pensado que está hueca es por los detalles que nos hablan de sus misterios, como una madre ausente perpetuamente observando el horizonte, o el intrigante parche que luce el pequeño guitarrista, señales de historias pasadas que todavía deberán encontrar su hueco en esta.

Kubo también admite este orden natural de las cosas, por lo menos de las cosas que conoce, y también concibe sus historias de origami como epopeyas épicas que nunca acaban, que siempre dejan a su público sin saber un final satisfactorio. Un detalle sutil dejando entrever que, para él, la vida es igual: algo repetido y carente de misterio, sin posibilidad de renovación.
Esa posibilidad, si la hubo, quedó atrás cuando su madre llegó huyendo del abuelo, del Rey Luna, el cual se enfrentó a su padre Hanzo, un poderoso guerrero samurái, y le arrebató la paz junto a su esposa. Lo siguiente fueron una madre y un hijo llegando a las costas de una nueva, incierta vida. Otra historia que debe encontrar su final.
Por mucha magia que parezca estar presente, por muchas historias que cuente, la vida de Kubo carecerá de un padre, porque es apenas un recuerdo que se afana por tomar forma en los ojos de su madre, sin nunca llegar a hacerlo. Y la falta de un recuerdo propicia un olvido, que es más difícil de calmar cuando se ve que cada habitante de la aldea cuenta con un ser querido al que dar gracias, al que recordar y honrar, por sus errores y aciertos que les han precedido.
Kubo casi no existe, porque nadie le ha contado su historia.

Sin embargo, una falta tan grande exige quizás una curiosidad mayor: basta decir que Kubo comete un error, aún sin saber su principio, por lo menos para saber cómo será lo que viene a continuación. Y es algo que se revela terrorífico, insondable, personificado en sus tenebrosas tías de máscaras blanco porcelana, por primera vez demasiado inabarcable para la sencilla magia de su shamisen.
El viaje iniciático que empieza en ese instante es crucial, porque es cuando por fin el pequeño sale de casa, fuera de la protección, y se embarca en algo desconocido que no puede dejar en suspenso hasta el día siguiente. Frente al inmovilismo, frente a las dudas y al miedo, hacerse valer es el primer paso de una historia, su historia.
En busca de las tres piezas que componen la armadura de su padre, bajo las cuales el Rey Luna nunca le podrá tocar, se topa con la Mona y el Escarabajo, seres sin pasado ni objetivo, que adquieren uno cuando pasan a formar parte de la búsqueda, como si hasta ese momento hubieran estado esperando una narración que continuara las suyas propias.
Ambos dos, sutilmente pero alto y claro, parecen decirnos que si olvidamos nuestras historias solo somos tristes seres vacíos, infinitos, condenados a repetirlas sin saber nada más allá de ellas. No será casualidad que la Mona y el Escarabajo vivan en la putrefacta carcasa de un animal y en un desierto de ídolos derrumbados respectivamente, perfecta metáfora de su condición espiritual.

(Continúa en Spoiler, sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow