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España España · Madrid
Voto de Charles:
4
Ciencia ficción. Acción Año 2032. La guerra del futuro se está librando y un grupo de rebeldes humanos tiene el sistema de inteligencia artificial Skynet contra las cuerdas. John Connor (Jason Clarke) es el líder de la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado en las ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator ... [+]
14 de julio de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece increíble, y a la vez es de lo más lógico.
Que una historia como la del Terminator, el asesino que llegó del futuro, rodada en su momento con la escasez de medios más absoluta, haya evolucionado hasta el espectáculo (y expectación) de masas seguro que dice mucho del Hollywood actual, esa canibalizadora de propuestas que siempre encuentra la imagen perfecta que captura la imaginación del público.
En este caso, solo hacía falta un esqueleto metálico, una sonrisa inquietante de una calavera entre las llamas, y un futuro apocalíptico como metáfora del miedo a lo inevitable, para no querer parar de volver una y otra vez.

Pero nada dura eternamente, y menos lo que se hace a desgana.
'Terminator Génesis' arrastra problemas gravísimos, como es la total falta de coherencia interna con cada entrega de su padre y de su madre, cambios de actores constantes aparte, y, simple y llanamente, una historia que ya no da para más.
¿Solución? La carambola temporal como motor y elemento argumental, todo vuelve a cambiar para que todo vuelva a ser igual, pero con cada nuevo giro la credibilidad y las ganas son menos, hasta el punto de que este enésimo replanteamiento dentro de la propia saga choca contra su propia trampa: muy bueno tendrá que ser el viaje para no lamentar haberlo iniciado.

Empieza fuerte, retomando aquel Terminator de 1984 y truncando su destino. Ya está, Sarah Connor nunca será perseguida por un asesino cibernético en los 80, y no solo eso, sino que ha sido ella junto a su propio Terminator, casi un padre de reemplazo para ella. Kyle Reese a su vez huye de una nueva forma máquina exterminadora, un T-1.000 de metal líquido que amenaza su supervivencia en búsqueda de Sarah.
No es el pasado que conocíamos, tampoco dará el futuro que esperábamos, y ya solo por intentarlo hay que alabar que hayan tenido las agallas de reescribir lo que bien hizo James Cameron, cosa que nos deja por el camino un duelo entre T-800s tan espectacular como, en el fondo y pese a todo, hueco.

Es esa sensación la que se acaba trasladando al salto al año 2017: ni la confesión de Kyle Reese sobre la mujer fuerte de la que se enamoró sin conocerla (una blanda, en todos los sentidos, Emilia Clarke) ni la revelación de John Connor como una esperanza de la Humanidad, ahora corrupta por Skynet, logran ocultar que en el fondo se están dando palos de ciego queriendo encontrar algún tipo de ancla emocional.
El único hallazgo sería ese sutil descubrimiento del arraigo emocional en un Terminator, simbolizado por unos dibujos de niña pequeña, quizá más mérito de un Arnold Schwarzenegger que comprende perfectamente su lugar y legado en una franquicia que probablemente tenga en él su verdadero corazón. Y ojo a Jason Clarke, que obligado a ser un villano unidimensional y pelín sobreactuado, encuentra tiempo para dejar escapar cierto dolor de que sus padres no hayan querido seguirle.

El juego temporal se convierte en lío enrevesado, la persecución en tedio y meter a J.K. Simmons como extra con frase ya da la clave de que la cosa va sin frenos: hemos matado y reactualizado el Terminator del 84, pero eso tampoco funciona.
Sería imposible que en este Hollywood de culto a las franquicias dejaran, de una vez, en paz a Terminator, que ya se ha levantado más veces de las que permitía su armazón.

Pero en el fondo da igual, porque esta entrega se encarga de sepultarle.
Donde pudo haber inteligente ciencia ficción solo quedan fuegos artificiales, y donde había una calavera métalica que soñaba con el juicio final solo queda un artefacto anacrónico del pasado.
Charles
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