La situación de desamparo provocaría miedo y confusión en un cuento en que no se contara con unos personajes tan entrañables.
Basada en un cuento infantil, la historia de Jonze se mueve en una atmósfera sencilla pero antropológicamente profunda.
Un niño debe entender cuándo protestar y de qué manera. El paso a la vida adulta resulta de una educación en la que debemos dejar de sentirnos únicos y diferentes para hacer frente a las responsabilidades del mundo que nos espera.
Todo se ve venir desde el principio, y no importa. Una vez que hemos conocido a los muñecajos sólo nos apetece ver su desarrollo. Son encantadores, abrazables. Sus composturas están desordenadas pero no perdidas.
Hay un mundo en ese lugar donde viven los monstruos que todos querríamos experimentar, nunca hay necesidades básicas ni problemas exteriores. Libres para hacer lo que queramos, sólo nos quedará chocarnos con la realidad (o nuestra madre).

Pero lo que conmueve es la luz, las escenas de atardeceres, la dulzura de los planos iluminados, de las nieblas encendidas. Sólo la luz ya merece un aprobado.
Las estructuras son magníficas, como toda película de Jonze. Y la música, eso también cuenta en un cuento para dormir feliz.

Es una película bonita, no muy completa, pero una maravilla visual.