Más allá de los gustos concretos por un chiste determinado, mi elogio por el primer largometraje de Pedro Almodóvar tiene más que ver con lo que significa llevar a cabo un proyecto al margen de todo y todos, con sus colegas, con cuatro duros, caiga quien caiga y sin cortarse. La sobredosis de libertad es lo que hace a esta película excepcional, más allá de las erecciones nacionales, de las lamentables interpretaciones de todos sus participantes, más allá del pésimo montaje y de los gustos concretos.

Evidentemente, esa libertad lleva a la película a límites que las mentes que funcionan con el freno puesto no asumen con normalidad. A nuestro alrededor hay gente a quienes les hace feliz ser sumisos, hay quienes gozan con el masoquismo y hasta una meadita encima les supone un éxtasis glorioso. Almodóvar será un pervertido (o no), pero lo que sí puedo asegurar es que me he descojonado en muchos momentos, y reírse siempre es muy sano. Acepto que para muchos esto sea basura, qué le vamos a hacer entonces, a otros sí nos gustó.