Me gustaría empezar elogiando el papel clave que tienen en "Cayo Largo" los actores secundarios. Si bien en otras ocasiones la gran estrella acapara cada fotograma y el interés de la película consiste en cada uno de sus movimientos, en esta buena cinta de cine negro son los personajes que por lógica se posicionan detrás de Bogart los que destacan, y no hablo del maravilloso Edward G. Robinson, ni de la Bacall, con este comentario inicial señalo directamente a Claire Trevor en un papel afortunadísimo y en conjunto a todo el séquito de mala gente que acompaña a Robinson. Con ello no quiero decir que los protagonistas fallen, Bogart aunque se suba los pantalones a la altura del sobaco siempre me ha hecho gracia, y aquí, en el papel de un pobre hombre que no tiene donde dejarse caer está a la altura de las circunstancias.

Es cierto que nuestro Humphrey debe ser una de las personas con peor suerte, justamente ir a parar allá donde los mafiosos hacen cosas de mafiosos y justo en el momento en el que pasa un huracán, si esto no es tener mala suerte... Pero también es cierto que de otra manera no habría película y que oh, sorpresa, alguien como la Bacall está por ahí tan bien puesta y dispuesta. Sin embargo, lo que me ha acabado de convencer y por lo tanto por lo que la recomiendo abiertamente, es por la incertidumbre de los hechos que se desencadenan, por la tensión (por si no queda claro con el título de este texto) y las situaciones límite que se producen durante el obligado encierro en el hotel. Me sobra en algún momento, como a muchos, el gordo de la silla de ruedas, pero también es cierto que es necesario.

La verdad es que tardé mucho en ver "Cayo Largo", a veces la presencia de dos megaestrellas como la Bacall y el Bogart producen el efecto contrario al normal y me echaba bastante para atrás, sin embargo me equivoqué, sobresalen el resto de acompañantes, tiene todo el interés posible del género, acción justa, mucho diálogo y, ¿lo habré dicho ya?, mucha tensión, mucha tensión...