No es fácil ofrecer tanta belleza de una idea tan absolutamente surrealista. Me lo cuentan antes de ver la película y no me lo creo. Cualquier occidental como yo pensaría que de una producción koreana no íbamos a encontrar más que actitudes sin sentido y poca cosa con la que quedarse. Cine oriental a menudo es sinónimo de rareza sumado a incomprensión. "Castaway on the Moon" ofrece singularidades en cada rincón porque para empezar, su mundo es diferente. Me encanta sin embargo que trascienda y me doy la enhorabuena de haberlo sabido ver. La historia de los dos protagonistas es la historia de dos soledades que coexisten en una megaciudad. Tantos (¿millones?) habitantes y ellos están solos. A cualquier ser humano urbanita le puede suceder, caramba, sucede cada día que alguien quiera finiquitar su vida engullidos por los edificios y el asfalto.

No seré yo quien le dé diez estrellitas, pero bien se las merece. Sólo con ser tesigo del ingenio inaudito de él ya estaba satisfecho, pero aparece ella como elemento distorsionador de su equilibrio y, aunque nada hacía pronosticar que la película podía mejorar, lo que sucede es que aparece para ambos una nueva perspectiva. Existencialismo, depresión, conciencia, derrota y cuando la muerte ya ha llegado para ella (en vida, enterrada en su habitación) y por pura casualidad no le llega a él, entonces la esperanza surge para ellos entre la misma basura de la ciudad.

Y además la película esá bien hecha, caramba. Filtramos lo que le sucede a él, con todo el humor que haga falta y luego nos vamos a ella, vemos su realidad y los juntamos. Esto, tan mal escrito por mi teclado, resulta que no debe ser nada fácil hacer que acabe bien. Y la película está endemoniadamente bien hecha. A mí me ha agitado por dentro, y no, como decía al principio, por ver las cosas raras que hacen los koreanos, no, me ha revuelto por dentro por mi condición de humano. Eso sólo debe ser así cuando es buen cine. Y made in Korea, nada menos.