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Voto de MrRipley:
3
7.0
22,966
Drama. Intriga
Francia, 1386. Narra el enfrentamiento entre el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), al acusar el primero al segundo de abusar de su esposa, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer). El Rey Carlos VI decide que la mejor forma de solucionar el conflicto es un duelo a muerte. El que gane será el poseedor de la verdad y, en caso de que venza LeGris, la esposa del caballero será quemada como castigo por falsas acusaciones. [+]
14 de febrero de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por no repetir cosas dichas, y sin conocerlo de nada (que yo sepa), diré que estoy muy de acuerdo con la crítica de "aliencete" en esta misma web (https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/732862/299644.html) y hasta le copiaría el título si eso fuera limpio, pero no lo es.
No he leído muchos otros comentarios, pero añadiría a los suyos (seguramente se señale en otras reseñas) lo burdo del truquito del cartel en la tercera parte de la historia.
Veamos: la película está dividida en tres partes principales; cada una ofrece el punto de vista de tres personajes distintos sobre unos mismos hechos, aunque no literalmente porque, por economía narrativa (o porque el personaje simplemente no estaba presente), las tres partes no narran las mismas situaciones exactas sino que se complementan. Eso es algo lógico.
Pues bien, al llegar a la tercera parte el director se descubre en la necesidad de señalar a sus espectadores cuál es la versión "buena", cuál deben creer; lo hace además anticipadamente, para que no queden muchas dudas.
El rótulo de cada seccion sigue el mismo esquema para cada personaje: "The truth according to"... Jean de Carrouges... Jacques le Gris... The Lady Marguerite... Pero cuando el rótulo inicial de la tercera parte se desvanece, la palabra "the truth", queda en pantalla, aislada, explícita, durante unos segundos (nada de eso ocurre con los dos primeros rótulos). Es decir, las dos partes anteriores eran la verdad "de alguien", una verdad subjetiva; en la tercera parte se subraya abiertamente que es simplemente "la verdad".
Eso es cine para tontos. Tal cual.
Puede parecer discutible destacar algo así, pero para mí es tremendamente importante. De hecho, aún no puedo creer que un director de la experiencia de Ridley Scott, en una película supuestamente sobre conflictos morales, sea capaz de un truco tan burdo, tan absurdo y tan contradictorio. ¿Qué sentido tiene plantear una película como juegos de puntos de vista si vas señalar directamente a uno de ellos como "la verdad"? Es sencillamente demencial.
Desde mi punto de vista, el problema no es sólo el subrayado en sí (no sé si Scott pensará que ha sido sutil; espero que no porque entonces es más bruto de lo que parece; no sé si habrá espectadores que hayan pasado por alto semejante "sutileza", una sutileza que implica además una inseguridad manifiesta en el valor de las propias imágenes y de su puesta en escena -se pretende explicitar el sentido del film CON PALABRAS-), sino el hecho de que obrar así tiene sus implicaciones.
En primer lugar, nos descubre que para Ridley Scott existe "la verdad". Ridley Scott es tan listo que ha ido un paso más allá que 25 siglos de filosofía. Rashomon no iba de varias versiones falsas de una historia y una verdadera, iba del carácter inasible del concepto de verdad. No había "una verdad", sino puntos de vista sobre un hecho. Rashomon tenía que ver con toda una tradición filosófica sobre la verdad. Pero claro, Rashomon sí estaba dirigida por un director consciente del valor moral de sus decisiones.
En segundo lugar, si las dos primeras partes se señalan directamente como mentiras (o al menos como "non truth"), ¿qué sentido tiene ocupar con ellas 80 minutos de metraje? No son puntos de vista parciales sobre una "realidad compleja", porque la realidad compleja sólo tiene una expresión válida ("correcta") en la tercera parte. Pasan a ser simplemente versiones deformadas de "la verdad": la tercera parte. Su único sentido, aparte de su carácter más o menos funcional sobre algún aspecto de la trama, es ilustrar los mecanismos (en fin, mucho decir es eso) sobre los que funciona la mentira (la mirada masculina deformando la realidad, en este caso, en base a su carácter "tóxico"; de eso va precisamente toda la fábula).
No he leído muchos otros comentarios, pero añadiría a los suyos (seguramente se señale en otras reseñas) lo burdo del truquito del cartel en la tercera parte de la historia.
Veamos: la película está dividida en tres partes principales; cada una ofrece el punto de vista de tres personajes distintos sobre unos mismos hechos, aunque no literalmente porque, por economía narrativa (o porque el personaje simplemente no estaba presente), las tres partes no narran las mismas situaciones exactas sino que se complementan. Eso es algo lógico.
Pues bien, al llegar a la tercera parte el director se descubre en la necesidad de señalar a sus espectadores cuál es la versión "buena", cuál deben creer; lo hace además anticipadamente, para que no queden muchas dudas.
El rótulo de cada seccion sigue el mismo esquema para cada personaje: "The truth according to"... Jean de Carrouges... Jacques le Gris... The Lady Marguerite... Pero cuando el rótulo inicial de la tercera parte se desvanece, la palabra "the truth", queda en pantalla, aislada, explícita, durante unos segundos (nada de eso ocurre con los dos primeros rótulos). Es decir, las dos partes anteriores eran la verdad "de alguien", una verdad subjetiva; en la tercera parte se subraya abiertamente que es simplemente "la verdad".
Eso es cine para tontos. Tal cual.
Puede parecer discutible destacar algo así, pero para mí es tremendamente importante. De hecho, aún no puedo creer que un director de la experiencia de Ridley Scott, en una película supuestamente sobre conflictos morales, sea capaz de un truco tan burdo, tan absurdo y tan contradictorio. ¿Qué sentido tiene plantear una película como juegos de puntos de vista si vas señalar directamente a uno de ellos como "la verdad"? Es sencillamente demencial.
Desde mi punto de vista, el problema no es sólo el subrayado en sí (no sé si Scott pensará que ha sido sutil; espero que no porque entonces es más bruto de lo que parece; no sé si habrá espectadores que hayan pasado por alto semejante "sutileza", una sutileza que implica además una inseguridad manifiesta en el valor de las propias imágenes y de su puesta en escena -se pretende explicitar el sentido del film CON PALABRAS-), sino el hecho de que obrar así tiene sus implicaciones.
En primer lugar, nos descubre que para Ridley Scott existe "la verdad". Ridley Scott es tan listo que ha ido un paso más allá que 25 siglos de filosofía. Rashomon no iba de varias versiones falsas de una historia y una verdadera, iba del carácter inasible del concepto de verdad. No había "una verdad", sino puntos de vista sobre un hecho. Rashomon tenía que ver con toda una tradición filosófica sobre la verdad. Pero claro, Rashomon sí estaba dirigida por un director consciente del valor moral de sus decisiones.
En segundo lugar, si las dos primeras partes se señalan directamente como mentiras (o al menos como "non truth"), ¿qué sentido tiene ocupar con ellas 80 minutos de metraje? No son puntos de vista parciales sobre una "realidad compleja", porque la realidad compleja sólo tiene una expresión válida ("correcta") en la tercera parte. Pasan a ser simplemente versiones deformadas de "la verdad": la tercera parte. Su único sentido, aparte de su carácter más o menos funcional sobre algún aspecto de la trama, es ilustrar los mecanismos (en fin, mucho decir es eso) sobre los que funciona la mentira (la mirada masculina deformando la realidad, en este caso, en base a su carácter "tóxico"; de eso va precisamente toda la fábula).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Se me dirá que en un tema como una violación hay que tomar partido y que es lo que hace el director con el recurso del rótulo, pero El último duelo es una película pretendidamente moral que toma un hecho pretendidamente histórico sólo como excusa. De hecho, la verosimilitud histórica de la película es nula. Lo que se propone sobre la violencia sexual se basa en una situación previamente (mal) preparada y (muy) manipulada por los guionistas. Aquí no se trata de discutir sobre algo tan obvio como lo terriblemente brutal que es una violación, sino sobre los planteamientos morales (o así) que la propia historia ha propuesto, y esas son cosas que han quedado perfectamente claras antes. La violación en la segunda parte, narrada desde el punto de vista del agresor, era ya brutal; era una violación en toda regla. La insistencia del acosador en que "ella también me desea, ella también me desea", es una clara deformación de la realidad del depredador en celo (que sí, Ridley, que sí, que ya nos habíamos dado cuenta de que esas palabras no se corresponden con lo que tú piensas).
Por decir algo bueno del inglés: yo no soy muy de Thelma y Louise y mucho menos de La teniente O'Neill, pero a lo largo de su carrera el director ha retratado personajes femeninos interesantes. Empezando por la Josefina de Napoleón, pero también por Lucilla en Gladiator e incluso la Marguerite de esta película o la Eva Green de El reino de los cielos. Aparte saber elegir a buenas actrices (hasta en esa cosa llamada Prometheus estaba Noomi Rapace), hay una dignidad muy característica en esos personajes que, aquí sí, me parece sincera.
Todas las películas sobre el pasado se hacen con los ojos del presente, pero las buenas logran apuntar algo especial, tocar algo universal o señalar una idea que justifique de alguna forma su mirada sobre una época diferente. Aquí sin embargo ocurre lo contrario. Hay pocas películas sobre el pasado más ancladas en un presente no ya concreto, sino puramente coyuntural, que esta (es como el cruce de dos hombres del siglo XIV con una mujer del año 2020; eso es más o menos lo que se plantea; y ni siquiera; ojalá eso se hubiera conseguido, pero es imposible saber cómo pensaba alguien de 1386, ni aunque fuera un hombre). El último duelo es una de esas películas de moda que nacen viejas; anclada en moralismos nuevos pero tan parecidos a los de siempre: ese empeño didáctico, tan reconocible; la ficción debe ser socialmente útil; viva el reino de lo explícito. Son unos tiempos llenos de miedo en realidad, miedo a ser malinterpretado, a ser acusado de cualquier cualidad "tóxica", miedo al repudio social. Ridley Scott no sólo hace un film moralista sino que se ve en la obligación de explicarse todo lo que pueda para que nadie piense que su pensamiento se aleja ni un milímetro de la más estricta corrección política.
La estupidez de esta fábula sobre dos mulos tóxicos y una princesa, batallas y peleas brutales aparte (esas que tanto le gusta filmar al director; algo tan masculino, por cierto, tan testosterónico -¡horror!-) acaba además con dos rótulos finales de risa donde se deja claro que, aunque el mulo alfa haya ganado la batalla de mulos alfa, tendrá su merecido (era importantísimo recalcarlo, pero mucho) y morirá en las cruzadas (en las cruzadas nada menos, con lo que eso significa en el imaginario del director), mientras que la princesa se dedicará a actividades productivas y a desarrollarse y expandirse como persona y a contribuir al bien social y al desarrollo de la comunidad, además, sin volver a casarse; sin volver a cruzarse con mulos alfa. Por si a alguien no le había quedado clara la moraleja.
Pero el problema además no es lo que Scott defiende, sino que tras un pretendido barniz de profundidad sea en realidad, y a mi parecer, tan profundamente vano, tan maniqueo y tan poco fino. Manipulación emocional y, ademas, manipulación torpe.
Por decir algo bueno del inglés: yo no soy muy de Thelma y Louise y mucho menos de La teniente O'Neill, pero a lo largo de su carrera el director ha retratado personajes femeninos interesantes. Empezando por la Josefina de Napoleón, pero también por Lucilla en Gladiator e incluso la Marguerite de esta película o la Eva Green de El reino de los cielos. Aparte saber elegir a buenas actrices (hasta en esa cosa llamada Prometheus estaba Noomi Rapace), hay una dignidad muy característica en esos personajes que, aquí sí, me parece sincera.
Todas las películas sobre el pasado se hacen con los ojos del presente, pero las buenas logran apuntar algo especial, tocar algo universal o señalar una idea que justifique de alguna forma su mirada sobre una época diferente. Aquí sin embargo ocurre lo contrario. Hay pocas películas sobre el pasado más ancladas en un presente no ya concreto, sino puramente coyuntural, que esta (es como el cruce de dos hombres del siglo XIV con una mujer del año 2020; eso es más o menos lo que se plantea; y ni siquiera; ojalá eso se hubiera conseguido, pero es imposible saber cómo pensaba alguien de 1386, ni aunque fuera un hombre). El último duelo es una de esas películas de moda que nacen viejas; anclada en moralismos nuevos pero tan parecidos a los de siempre: ese empeño didáctico, tan reconocible; la ficción debe ser socialmente útil; viva el reino de lo explícito. Son unos tiempos llenos de miedo en realidad, miedo a ser malinterpretado, a ser acusado de cualquier cualidad "tóxica", miedo al repudio social. Ridley Scott no sólo hace un film moralista sino que se ve en la obligación de explicarse todo lo que pueda para que nadie piense que su pensamiento se aleja ni un milímetro de la más estricta corrección política.
La estupidez de esta fábula sobre dos mulos tóxicos y una princesa, batallas y peleas brutales aparte (esas que tanto le gusta filmar al director; algo tan masculino, por cierto, tan testosterónico -¡horror!-) acaba además con dos rótulos finales de risa donde se deja claro que, aunque el mulo alfa haya ganado la batalla de mulos alfa, tendrá su merecido (era importantísimo recalcarlo, pero mucho) y morirá en las cruzadas (en las cruzadas nada menos, con lo que eso significa en el imaginario del director), mientras que la princesa se dedicará a actividades productivas y a desarrollarse y expandirse como persona y a contribuir al bien social y al desarrollo de la comunidad, además, sin volver a casarse; sin volver a cruzarse con mulos alfa. Por si a alguien no le había quedado clara la moraleja.
Pero el problema además no es lo que Scott defiende, sino que tras un pretendido barniz de profundidad sea en realidad, y a mi parecer, tan profundamente vano, tan maniqueo y tan poco fino. Manipulación emocional y, ademas, manipulación torpe.