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Voto de Henry Morrison:
9
Acción. Ciencia ficción Tras el holocausto nuclear, la gasolina se ha convertido en un bien escaso y muy codiciado. Mad Max, héroe solitario, inicia una lucha sin cuartel para ayudar a una colonia de supervivientes constantemente atacada por un grupo de violentos guerreros que intenta arrebatarle un tanque de gasolina. Max decide ayudar a los defensores del tanque... (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mad Max, y Mad Max 2 podrían ser historias independientes. Porque en esta secuela tenemos a Max, antaño un joven policía, idealista, intrépido y representante de la ley y el orden, convertido en un hombre solitario, un superviviente que no se casa con nadie y que sigue las leyes de la jungla, jungla en la que se ha convertido el mundo. Ya no hay civilización, todo lo que el Hombre creó, él mismo lo ha destruído, ahora solo queda la lucha frenética de los supervivientes por obtener el poder, es decir: el petrólero que queda en la tierra.

Max, como todos los supervivientes, es una sombra. Una figura vestida de cuero, armada hasta los dientes, independiente, que arrastra tras de si, como única compañía, un perro sarnoso, feroz compañero, y un antiguo Interceptor, símbolo de tiempos mejores. Se ha dejado atrás cualquier nostalgia o lamentación por los tiempos pasados, ahora en la jungla solo cuenta seguir vivo, seguir en la carretera. Mad Max es un western post apocalíptico, donde el hombre sin nombre no es en absoluto un héroe, ni un protector, sino una figura ferozmente individual, que puede ayudar a una comunidad, pero jamás integrarse en ella. Con una fotografía crepuscular totalmente ochentera, y una mágica voz en off, se nos narran las peripecias de dos grupos supervivientes: uno de ellos compuesto por gentes pacíficas que intentan sacar adelante una refinería de petróleo, otro, compuesto por sanguinarios asesinos motorizados que quieren ese petróleo a toda costa. Ninguno de los dos grupos es representado como totalmente positivo o negativo, pues ambos se agarran en una lucha no ya por sobrevivir, sino por conservar el poder, lo cual enriquece la historia. En medio de ambos mundos va a caer Max, solitario, sin nombre. Solo desea huir de todo lo que huela a civilización, pero no va a tener más remedio que meterse en esa guerra...

George Miller no es un gran realizador, pero con las dos primeras piezas de su saga post apocalíptica, refleja a la perfección ese mundo desesperanzado, donde da la impresión de que ya no queda nada de lo que nos caracteriza como seres humanos racionales. Esta segunda entrega, es casi una obra independiente, y no una secuela realizada por motivos puramente comerciales (como sí lo sería la tercera entrega) sino porque aún quedaba algo que contar. En la primera entrega asistíamos al fin de la civilización, pero aquí asistimos a algo mucho peor, el retrato duro y cruel de una serie de supervivientes matándose entre si por canibalizar los últimos restos del poder que, precisamente, fue causa de su destrucción. Todo metido en un elegante envoltorio de película comercial ochentera.
Henry Morrison
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