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España España · Madrid
Voto de Panadero:
8
Intriga. Thriller Tom Ripley, un cazafortunas, es enviado a Europa por el señor Greenleaf para buscar a su hijo Philip, un playboy mimado, y llevarlo de vuelta a los Estados Unidos. A cambio recibirá 5000 dólares. Philip engaña a Tom fingiendo que está decidido a volver, pero no tiene ninguna intención de dejar a su prometida ni de cumplir los deseos de su padre. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2009
36 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1960, año de producción de Psicosis, llegaría esta coproducción franco-italiana, adaptación de la novela El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, que serviría para ensalzar definitivamente a Alain Delon como oscuro galán. Con todo, es curioso señalar que el inteligente y amoral personaje de la escritora es encarnado a la manera de un atractivo bon vivant, con lo que esta cinta añade ciertos matices de cosecha propia al personaje literario.
El film logra un habilidoso equilibrio entre el apego al código del género negro y la tradición cinematográfica europea; esto es, con una personalísima partitura de Nino Rotta, el cineasta René Clement plantea la historia de un asesinato (cierto es que se comete otro más, pero de forma accesoria) haciendo que, al igual que en los grandes clásicos de Fritz Lang, el peso recaiga en las causas y consecuencias del acto sádico, y adentrándose en complejos juegos de identidad entre personajes en los que cada matiz añade una nueva posibilidad de cara a la interpretación, pero si algo destaca en A pleno sol es un continuo juego alegórico en el que la conjunción de los escenarios (la rancia aristocracia) con los entornos naturales (el mar) y el ascenso de la locura entre los personajes se hace absoluta.
Frente a la opulencia de los decorados habituales en el cine negro americano, en A pleno sol tenemos las callejuelas de arquitectura clásica de las ciudades europeas, las decadentes mansiones romanas...
Lo más turbador de esta cinta es la ambigüedad que se produce en las relaciones entre personajes: esa atracción homosexual que intuimos entre Ripley y Philipe (Maurice Ronet) no pasa del juego soterrado, la sutil insinuación; el gusto de ambos por adentrarse en entretenimientos sadianos se antoja infantil y caprichoso en ocasiones, aunque en definitiva, resulta destructivo y perverso (al respecto se antoja sonrojante la obviedad de la reciente El talento de Mr. Ripley, que en su ánimo de “epatar al burgués” va explicitando todo aquello que en este clásico basta con evocar). Al principio, empiezan por “comprarle” el bastón a un pedigüeño ciego; seguirán en un juego de competencia por la misma mujer; Ripley vestirá las ropas de su amigo. ¿Su afán por suplantarle tiene un móvil lucrativo? ¿Solamente lucrativo? Lo más curioso es que la cinta ni siquiera nos explica cómo se han conocido exactamente ambos amigos, cuál es el vínculo que los une.
Sin duda, el tramo de cinta más llamativo es aquel que transcurre a bordo del yate (¿un punto de partida para El cuchillo en el agua, de Polanski, rodada tan sólo dos años después?) , en el que la broma entre amigos pasa con facilidad a ser humillación cruel, donde los dobles sentidos se multiplican. Porque a pleno sol ocurre la mayor de las tragedias, y el mar, como un personaje más o, si se quiere, como reflejo de la mala conciencia, ofrecerá el giro final que revela el sangriento saldo de una mente tan fría como la de Tom Ripley.
Panadero
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