Complicado acceder a esta serie sin antes haber pasado por el filtro de predisposiciones que ha sugerido la prensa, la crítica y sus propias creadoras. Además, unas semanas después de su estreno han empezado a hacerse virales algunas escenas de su sexto episodio, donde se dice que se muestra el auténtico rasero de la serie y su enaltecimiento del odio a los hombres'. Todo esto no hace sino empapar de oscuridad el visionado de cualquiera, aunque también es cierto que para ello a algunos no les ha hecho falta más que ver el trailer y ver que la protagonizaban dos chicas a medio camino entre la norma y la transgresión, fina línea que la posmodernidad se ha encargado de hacer prácticamente invisible.

Viendo la serie sin este tipo de prejuicios, uno se da cuenta de que 'Autodefensa' ejercita sobre una juventud infectada por la ansiedad, por las drogas, por el atractivo superficial de las diatribas filosóficas y espirituales, por la reducción del sexo a fetiche de intercambio y por todo cuanto sea síntoma de haber vaciado la mayoría de las herramientas que tienen los individuos contemporáneos. El estilo visual es sucio y urbano, y esa forma de cortar y entrecortar el flujo de la continuidad da cierto peso a la idea de que los personajes piensan en voz alta. El dúo protagonista cumple con la naturalidad que sus diálogos exigen, incluso tratándose de discursos muy pasados de rosca y que, claramente, refieren a cierta intención por asegurar la conciencia del espectador sobre la matriz del producto.

Es por esto último que pienso en que es muy complicado ver en esta serie ningún enaltecimiento de nada. Ocurre un poco lo que pasó en el estreno de 'Trainspotting', con aquéllo de que decían que trataba con 'glamour' la drogadicción y que prácticamente invitaba a ello. En este caso, las actrices y el equipo artístico de la serie tienen sobre ellas la losa del prejuicio generalizado hacia cualquier cosa que tenga que ver con el feminismo. Ahora bien, prácticamente todo detractor de esta serie entiende que se vanagloria de su 'hembrismo', enarbolando el sexto capítulo y su evidentemente metáforico asesinato. Sin embargo, dicho detractor no decide ir a las densas escenas donde las protagonistas comparten sus fallas psicológicas con otros personajes y con el espectador, ni en las que tratan de luchar contra su drogadicción.

Es decir, la serie no está tratando de inculcar nada, ni hacer pedagogía alguna sobre las actitudes de sus personajes. Muy al contrario, dudo que a alguien se le haga atractivo la gran mayoría de cosas que ocurren. Por otro lado, es cierto que la serie adolece, en diversas ocasiones, de problemas de ritmo. Los episodios donde los monólogos superan los cinco minutos no terminan de invitar a que el resto del capítulo funcione. Hay un par de episodios muy omitibles por lo poco que aportan al conjunto de la serie, y esta funciona mejor cuando se tuerce hacia lo sardónico, lo sutilmente malévolo y cínico. Es ahí donde creo que reluce ese aire a Irvine Welsh descafeinado, de apartamentos que huelen a tabaco y con los ojos de los presentes inyectados en váyase usted a saber qué.