Mel Gibson cambia la espada de Braveheart en la Escocia medieval por las ametralladoras de la guerra de Vietnam, a la que Hollywood siempre vuelve de vez en cuando.
Supone una de las muchas películas de acción bélica realista que surgieron a la sombra del soldado Ryan, aunque obviamente esta tiene muchísimo menos gas que la de Spielberg.
Tiene varios fallos que la alejan de ser un peliculón.
Está un poco desequilibrada en el ritmo, pues nos muestran también cómo se vive la tensión de una batalla desde casa esperando noticias, en este caso por parte de la hoy desaparecida en combate (escribo esto en 2018) Madeleine Stowe.
Pero lo malo es que la batalla en sí es tan repetitiva y pesada, que se termina desinflando la tensión.
Entiendo que están contando unos hechos reales, y se tienen que acoger a lo que pasó, independientemente del ritmo y el entretenimiento cinematográfico. Pero todo es tan cíclico y en plan "lo que te digo ahora te lo digo luego", que termina haciéndose un tanto pesada, y más con su duración de 2 horas y cuarto.
Con todo, Gibson está tan bien como siempre y las escenas bélicas están muy bien hechas, como corresponde al cine de este género posterior a Ryan.
Pero todo el rato está dando la sensación de que podría haber estado muchísimo mejor, si le hubieran dado más variedad al combate, o por lo menos si hubiera sido más corta.
Creo que el Black Hawk de Ridley, aun siendo también tremendamente repetitiva, salió bastante mejor que esta.