Esta trama policíaca cuenta con el as en la manga de juntar a dos buenos actores a los que les ofrece la oportunidad de lucirse en un tenso diálogo para tratar de resolver una situación con rehenes en la que nada es lo que parece. Jackson es un negociador experto que se ve obligado a pasarse al otro bando para esclarecer una conspiración de corrupción, lo cual hace que la película sea básicamente un pulso entre negociadores profesionales.
Nos encontramos ante uno de esos casos en los que la impresión que me he llevado la primera vez que la vi, difiere mucho cuando he vuelto a verla más veces.
Lo que puede parecer un thriller muy interesante la primera ocasión, queda claro que ni mucho menos es para tanto.
Me he dado cuenta de que ni la trama ni las situaciones que se van desarrollando son nada del otro mundo. El ritmo deja bastante que desear, pues para lo que cuenta no creo que hicieran falta 133 largos minutos, de manera que muchas de las escenas están estiradas innecesariamente.
Tiene muy poca acción, y otra cosa que he notado es que los personajes sobreactuan y la banda sonora se pone rimbombante para tratar de elevar la intensidad en momentos en los que lo que realmente está sucediendo tampoco es tan emocionante como nos lo quieren vender.
Pero no quiero decir que la película sea mala ni mucho menos, tan solo que no es para tanto como parece. Tal vez no sea buena idea verla más de una vez, cuando ya sabemos lo que va a pasar.