Mala película la que se ha marcado el que antaño tuviera un nombre en la producción y dirección del cine de acción: Walter Hill.
Primero, le doy una nueva colleja a los distribuidores de cine en España. Son adictos a la palabra “venganza” y por narices la tienen que meter cuando les da la gana, aunque la película se llame “The assignment”. Aunque hay que reconocer que por lo menos aquí sí existe venganza en el film, y no una sino dos. Otras veces ni eso.
El pésimo disfraz de Michelle no es capaz de engañar a ningún espectador. Esa barba postiza parece comprada en un mercadillo chino. Y por mucho que le pongan “pecho lobo” virtual, esto queda muy cutre, ampliado por la voz de falsete a la inversa, que no sé si es más fallo del doblaje que de la versión original, pero da lo mismo.
En cuanto a Sigourney Weaver, debería hacérselo mirar. Al igual que muchos otros actores y actrices de su generación, en su vejez parece más preocupada de ganar dinero que de trabajar bien o de por lo menos elegir bien sus proyectos. Su papel es flojo, su personaje mucho menos interesante de lo que pretenden que sea, y sus peroratas me aburren.
Además, ese rollo de testimonio de lo que pasó, en plan “Sospechosos habituales”, hace que la película parezca la enésima mala copia del buen cine negro de Tarantino.
Muchos saltos temporales y tramas que parecen inconexas al principio, así como unas transiciones en plan cómic absolutamente fuera de lugar, demuestran que el director se cree que está haciendo algo muy chulo, cuando es todo lo contrario.
La banda sonora es bastante mala también, por cierto.
El argumento es una rayada. ¿A quién se le ha ocurrido este despropósito? La operación a la que es sometida Rodríguez más bien parece una excusa forzada para que tengamos la oportunidad de verla desnuda (por primera vez que yo recuerde) y dándose morreos lésbicos por “exigencias” del guion.
Los diálogos son, o bien pretenciosos, como los rollos de la doctora, o bien malísimos. Como por ejemplo, hay frases tan profundas como “Ya no soy el mismo. Me he afeitado y esas cosas.” (o algo parecido).
La parte de acción es testimonial. A los malos los despacha con mucha rapidez y facilidad. No hay sensación de peligro ni de emoción ninguna, cuando los tiroteos no llegan a ser ni eso. Un par de disparos y a por el siguiente.
Y el caso es que, a lo mejor, con una actriz mejor que Michelle, un enfoque distinto que no rompiera la suspensión de incredulidad y más escenas de acción podría haber estado hasta pasable. Igual en manos de Tarantino, otro gallo cantaría.