Esta nueva aventura animada de Disney nos lleva a una ciudad de animales en la que se rompen las convenciones y cada uno puede trabajar de lo que quiera, sin atarse a lo que la sociedad y su propia especie le marcan.
Está claro que esa es una de las ideas (yo diría que arquetípica) con la que más nos machacan en el género. Y está bien, porque así muchos de los niños que las ven pueden pillar esta buena idea. Lo que pasa es que ya cansa un poco que más del 90% de estos títulos en el fondo son iguales. Hay un personaje que quiere conseguir algo en lo que nadie cree salvo él mismo, y al final se sale con la suya.
En fin, aquí tenemos a una coneja muy simpática y adorable (con ese diseño, nos cae bien desde el primer segundo) que en vez de cultivar zanahorias quiere ser policía en Zootrópolis. Se alía con un zorro (un zorro y una coneja colaborando, ojo al dato) para desvelar un caso misterioso de desapariciones.
La película me ha gustado bastante menos que la mayoría del género, porque su tono es un poco infantil para mi gusto. Y en mi opinión, el humor no es tan brillante como en otras películas de estas, aunque eso no quita que tenga buenos momentos.
Quizás lo más gracioso sea el homenaje a “El padrino”, que solo los adultos podemos apreciar. La verdad es que es bastante cómico y divertido.
Lo que más me ha llamado la atención es la crítica a los funcionarios (que son perezosos y van lentísimos) y a la sociedad en general. Creo que estos detalles no los pueden pillar los niños.
El argumento, aun siendo muy simple, me ha recordado al cine negro. Bien podría haberse llamado “El caso de los aulladores nocturnos”.
Al final, tenemos el típico alegre tema musical de despedida, en este caso con el “Try everything” de Shakira, compuesto expresamente para la película, y que suena un par de veces cantado por esa gacela, “alter ego” de la cantante colombiana.