Una preciosa cita de David Bowie nos da paso al peor castigo del mundo: tener que estar en el instituto un sábado durante muchas horas.
Se trata de una película de culto de los 80, que es de las menos conocidas de su época porque hubo muchas otras que le hicieron sombra, pero que con el paso de los años se ha convertido en un título a recuperar.
Desde luego, no es una película de chavales de instituto al uso. De hecho, creo que no tiene nada de superficial, aunque pueda parecerlo al principio.
Tiene un esquema puramente teatral. Hay poquísimos personajes en un entorno cerrado, y básicamente se centra en el diálogo inteligente.
Además, a su manera, nos muestra dos verdades universales:
- Lo terrible que puede llegar a ser el aburrimiento profundo.
- Lo durísimo que es ser profesor de instituto. Y es que, tener que lidiar con gente como Bender, tiene mucha miga.
La película tiene el absoluto mérito de lograr entretener todo el rato solo con conversaciones, ya que prácticamente no pasa nada más en toda su hora y media. Solo es un grupo de chavales hablando de sus cosas, pero inexplicablemente tiene un "no sé qué" que me ha gustado bastante, y eso que la he visto como adulto y más de 30 años después porque no la vi en su momento.
Puede que, como dice el personaje de Ally Sheedy, "cuando crecemos, se nos muere el corazón", pero esta película ha conseguido llegar al mío.