Uno ve que esto es una película de buzos y se escama. Con cosas así, da la sensación de que en Hollywood son capaces de hacer films de cualquier tema y convertirlos en una tediosa exaltación épica del patriotismo.
Pues resulta que no. No solo no es aburrida, sino que hasta es buena.
Basada en hechos reales, nos cuenta la historia de un negro luchando contra el racismo en el ejército estadounidense a mediados del siglo XX.
Todos estaban en su contra, pero él se empeñaba en su superación personal y en callar a sus compañeros y superiores, que no daban nada por él solamente por el hecho de ser de color.
Teniendo a Cuba Gooding jr. y a Robert de Niro antes de que sus respectivas carreras decayeran, empezamos bien. Ambos actores realizan un buen trabajo, sobre todo el segundo, en su papel de instructor despiadado. Es el típico oficial militar que hace sufrir a sus reclutas para sacar lo mejor de ellos a base de un entrenamiento cruel.
La habitual exaltación del orgullo estadounidense no está tan presente como en otros títulos castrenses. Me llama la atención que en una simple escena del protagonista en su habitación, a través de la ventana aparece la bandera de barras y estrellas. Pero a pesar de eso, no nos machacan con lo buenos que son. Aquí lo que importa es la historia personal de este buzo de la marina.
La escena del bar es intensa, pero ¿en qué clase de local hay dos escafandras colgadas del techo y que se pueden llenar de agua? A la película le viene de lujo, aunque esto no hay quien se lo crea. Sería más verosímil que en vez de agua cayera cerveza, digo yo.
Cuando acaba la fase de entrenamiento, la película flojea un poco antes de que llegue el último tramo. Ahí se vuelve más dramática y terminaremos alabando el buen trabajo de Cuba Gooding jr. Es una pena que este actor (y su compañero de reparto también) se encuentren hoy en día hundidos en bodrios de escasa calidad.