Tras convertirse en el mito erótico de los 90 con su famoso punzón y cruce de piernas, era inevitable un cierto encasillamiento de Sharon Stone como bomba sexual.
En este thriller de andar por casa (o por edificio), le acompaña William Baldwin, que unos años después también acabaría beneficiándose en pantalla nada más y nada menos que a Cindy Crawford.
En fin, tenemos una muerte poco clara para amenizar la espera de las escenas de cama, que en el fondo son pocas y breves.
La película, muy mediocre, trata de tapar sus carencias con una trama presuntamente interesante pero que no es para tirar cohetes y que se ha quedado muy desfasada con el paso de los años, viendo lo que hoy en día hacen los teléfonos móviles en el mundo real.
Reconozco que no es muy buena, pero tampoco es tan desastrosamente mala. Como mínimo, consigue que quiera ver cómo termina, aunque el suspense sea muy de pacotilla. Y además, quieras que no, la Stone tenía mucho morbo.
Además, el mítico grupo (¿o es solo un compositor de nombre Michael Cretu?) de música “new age” Enigma, aporta el “tema de Carly”, de uno de sus primeros discos. Es una pieza musical que incluye gregoriano (como en su apoteósico debut) y que derrocha sensualidad y talento. Creo que solo por eso ya se merece la película un benévolo cinco de nota.