Es descojonante que todos los personajes varones blancos sean incompetentes y carezcan de dignidad, mientras que aquellos papeles con personajes capaces, decididos y determinantes en la historia son, en su mayoría, mujeres, y en su totalidad marronáceos (en distintos niveles de dilución).

El caso del paladín es especialmente descacharrante, ya que en el mundo real, y especialmente en EEUU, especímenes similares (aunque el actor está bastante "blanqueado") se comportarían de forma diametralmente opuesta.

En fin, cosas de la inclusión forzada que tanto gusta en Hollywood. Por eso conviene dejar la mente en blanco al ver el filme. Esto queda cada día más en evidencia, a pesar de los maletines con dinero y dildos XXL que reparten entre los críticos comedoritos y prensa de menor calidad los alegres mercaderes del gremio audiovisual usano para promocionar su propaganda.

Si se puede obviar lo anterior, la película es moderadamente entretenida.