La adaptación del célebre videojuego Resident Evil despertó la furia de muchos de los fans de la saga de videojuegos por haber obviado a personajes importantes. Yo, personalmente, nunca he sido fan del juego, con lo que ese aspecto me la suda bastante.

Paul W.S. Anderson se pone al timón. El director británico hace, posiblemente, su mejor trabajo hasta la fecha. Aunque sus carencias siguen siendo evidentes (la principal es su lamentable dirección de actores), Anderson consigue, al menos, crear un producto entretenido. Si bien es cierto que la película va perdiendo fuerza conforme avanza después de un comienzo muy prometedor, también es de rigor decir que incluso en la parte floja de la película hay algún destello de interés. El guion que escribe el propio Anderson demuestra que al director británico no le entusiasma el cine salido de su isla, normalmente muy metódico, sino que prefiere el dinamismo de un videojuego pese a que para ello deba escribir una historia que conocemos de memoria. La suerte que tiene Anderson es que con el manto del juego puede cubrirse las espaldas ubicando la historia en un lugar diferente y no tan visto en esta clase de historias.

Milla Jovovich (AKA Mesa de Ping Pong) protagoniza la película. La actriz (cantante, modelo, diseñadora... etc) ucraniana dio aquí el peor paso de su carrera. Su personaje la encadenó a la saga y la llevó a truños del tamaño de Ultraviolet. Su trabajo, no obstante, no es malo, aunque por momentos su expresión parece congelarse. Eric Mabius, un actor bastante potable y con una carrera en el cine un tanto extraña, está correcto dentro del primero de los personajes secundarios, metidos casi a modo de carroña (excepto él) para rellenar. Aceptable también es la labor de James Purefoy, sobretodo en el último tramo de película. Por desgracia, tener a Michelle Rodríguez en el reparto no ayuda en absoluto. Una de las peores actrices de la actualidad como también Kristen Stewart, Kate Hudson o Jessica Alba, por poner algunos ejemplos. Lo de Rodríguez es lo más vergonzoso de las cuatro (cerca del empate con Stewart) ya que le da igual de qué vaya su personaje, ya que ella pone morritos, hincha mejillas, baja la cabeza y mira hacia arriba. Punto. No hace absolutamente nada más y si alguien ve algo que se me escapa, que me lo diga y se lo agradeceré, ya que podría hacer desaparecer mis impulsos homicidas.

Resumiendo, que es gerundio: poner a Paul W.S. Anderson y a Michelle Rodríguez en el mismo equipo de trabajo no es una gran idea. Por suerte para la película, el director consigue dar aires de videojuego a los momentos más dinámicos de la película y es por ahí por donde se salva, ya que al menos divierte al espectador. Lo de la mujer ojos-morros no tiene perdón de Dios.