Dirigida por el maestro Hayao Miyazaki, es una joya del cine de animación que ha capturado los corazones de espectadores de todas las edades. La película, estrenada en 1988, es una carta de amor a la infancia, la naturaleza y la imaginación.

La historia sigue a dos hermanas, Mei y Satsuki, quienes se mudan al campo con su padre mientras su madre se recupera de una enfermedad en un hospital cercano. En su nueva casa, rodeadas de un bosque encantado, las niñas descubren a Totoro, un espíritu del bosque, y a sus amigos, los totoros menores y el gatobús. A través de sus ojos inocentes y aventuras mágicas, la película explora temas de familia, amistad y la conexión con el mundo natural.

Lo mejor es su capacidad para transportarnos a un mundo donde lo ordinario se encuentra con lo extraordinario. Miyazaki maneja con maestría la sutileza de los movimientos y las expresiones, capturando la esencia de la vida rural japonesa y la maravilla de la infancia. La animación es impresionante, con una atención al detalle que hace que cada escena cobre vida.

Sin embargo, lo que realmente distingue a esta película es su corazón. No hay villanos ni conflictos dramáticos; en cambio, es la bondad y la curiosidad de las niñas lo que impulsa la narrativa. La música de Joe Hisaishi complementa perfectamente la historia, añadiendo una capa adicional de emoción y nostalgia.

En resumen, es una obra maestra atemporal que sigue siendo relevante y resonante más de tres décadas después de su lanzamiento. Es una película que invita a los espectadores a recordar la alegría y la simplicidad de ser niño, y a creer en la magia que nos rodea. Es, sin duda, una película que merece ser vista y atesorada por generaciones.