Los que en algún momento fantaseamos con dedicarnos a esto del cine, nos hemos buscado la manera de formarnos profesionalmente para ello y hemos intentado mover cielo y tierra para sacar adelante algún proyecto, por humilde e incluso cutre que pueda parecer, de algún modo nos sentimos atraídos por historias como las que cuenta esta película.

Steve Martin y Eddie Murphy ya empezaban a flaquear ante el público con la llegada del nuevo siglo. Su etapa dorada coincidió con la década de los 80, pero los tiempos estaban cambiando y se buscaba otro tipo de humor. Afortunadamente, esta película cumple bastante bien y resulta muy simpática, a veinte años desde su estreno. Estoy convencido de que cualquier aspirante a cineasta lo pasaría bien al verla, pese a resultar ser una comedia bastante ligera.

Ninguno de los personajes se hace odioso, y los gags, pese a no ser desternillantes, siempre te mantienen con la sonrisa en la cara. No es una película pesada y es de esas que si la pillas empezada la terminas dejando en la tele hasta que acabe.