Partiendo de un título sugestivo como pocos, la película se cristaliza como una historia de amor y supervivencia lúcida, delicada y sutil. Más aún si desconoces quién fue Gloria Grahame y cómo terminó la cosa.

Poco importa que los cromas sean de lo más cutre que he visto en años o que la relación entre los protagonistas parezca frívola al principio, porque "Las estrellas de cine no mueren en Liverpool" logra enamorar para terminar doliendo, sin parafernalias ni dramatismos innecesarios, y mira que podrían haberse recreado hasta lo inimaginable... Se ve que escogieron el camino de la ternura, la elegancia y del menos es más. De insinuar más que de mostrar.

Hay que aclarar que no sólo de tragedias va la cosa. Aquí hay felicidad y amor a punta pala y también se disfruta de esas partes, igualmente sutiles, porque en esta película todo está bien, con las pequeñas excepciones que he mentado (esos cromas, esos comienzos amorosos). Incluso hay elementos que están más que bien, como la ubicua canción de Elton John, el cuidadísimo montaje o la vívida interpretación de Annette Bening, auténtica guinda de este pastel. Demuestra su talento con una simple sonrisa, con un baile imperdible y con las tantas miradas que hablan por sí solas (ojo a una de las secuencias finales, donde la película crece muchísimo*). Una actriz sutil pero siempre perfecta, más o menos como la película.

En definitiva, para que la película guste y emocione sólo se precisa de una cosa: corazón.