Crítica de UN LUGAR DE CINE

Coincide que Guillermo del Toro es un director al cual no solamente admiro y respeto, sino que debo reconocer que tengo cariño, al tiempo que sus películas siempre me han parecido más que correctas,- lo cual es algo notable -, y con el que no queda más que reconocer el sello de autor tan personal e intransferible que imprime a cada una de ellas.

Por todo ello, me molesta que "La Forma del Agua" no me haya encandilado ni enamorado como ha hecho con buena parte de la crítica. No me malinterpretéis, me ha gustado y sin duda alguna, considero que tiene un buen puñado de virtudes, entre ellas, su magnetismo visual,- poderosísima la fuerza que imprime a las imágenes -, y su montaje rítmico, medido al milímetro, que hace que el primer tercio de la película te atrape de forma avasalladora, pero no he sentido esa magia íntima y persuasiva que muchos otros han sentido.

Después de pensarlo detenidamente, creo que es por el guión, y no por tratarse de un cuento de hadas, algo obvio viendo su autoría, sino por resultar demasiado previsible, demasiado sencillo,- en una película que a pesar de su magnífica labor visual no deja de ser una película tremendamente humilde en su producción -, demasiado "telefilme".

Toda la magia, y el propio desarrollo, queda almacenada por tanto en la embriagadora materia visual que Del Toro dispone, pero en cuanto al guión "La Forma del Agua" es seguir un camino en el cual no hay sorpresa alguna, ni inquietud en cada uno de los acontecimientos que se desarrollan. Todo es demasiado fácil, todo está demasiado mascado para el espectador.

Afortunadamente si en "Los Archivos del Pentágono" ocurría exactamente lo mismo y todo quedaba en pos del trabajo actoral, aquí hay un añadido de música (maravilloso, como siempre, Alexander Desplat), montaje,- maravillosa la labor de Sidney Wolinsky, editor de series como "Los Soprano" y míticas películas como "La Fuerza del Cariño" y a la dirección fotográfica de Dan Laustsen ("La Cumbre Escarlata" y "John Wick: Pacto de Sangre"), aunque en este último caso, el verdadero mérito hay que dárselo al propio Del Toro, con su sello propio e inconfundible desde el primer fotograma hasta el último.

Otro de los méritos de Del Toro (guionista, director y productor de la película) es el de crear un desarrollo de personajes siempre interesante, que hace que uno fácilmente se encariñe con ellos y les conozca más que lo que el minutero indica al poco de comenzar.

Además la labor actoral del reparto hace que este aspecto brille con más fuerza aún. Sally Hawkins hace un trabajo espléndido con su personaje, por el cual sin duda merece la nominación al Oscar conseguida, al igual que Octavia Spencer, su mano derecha a lo largo de toda la película.

Pero sin duda si hay un actor que hace suyo al personaje, ese es Richard Jenkins, que da verdadero lustre a un personaje que es siempre interesante y con el cual consigue permanecer presente en la cabeza del espectador, incluso cuando no está.

Dicho todo esto, "La Forma del Agua" es una película tremendamente clásica, no solamente por sus innumerables guiños al cine clásico, ni por la resolución del algunas escenas que rememoran ese mismo cine, sino por el propio estilo que De Toro imprime a toda la película. Es posiblemente su película más clásica, la más americana de todas (sin ningún tipo de menoscabo a la palabra utilizada) y con la que más homenaje al propio cine.

La resolución de la historia y de algunas escenas en particular, que aquí no desvelaremos, se antojan demasiado fáciles e incluso algo tramposas,- todo es válido dentro de ese mundo mágico, pero eso no debería ser nunca una oportunidad para optar el camino fácil -. Afortunadamente Del Toro tiene muy claro de que va todo esto que llamamos cine, cual es el punto álgido donde debe fiar el éxito de la historia y donde reside la verdadera magia de la película y ahí sin duda acierta y con nota.

"La Forma del Agua" es el homenaje que Del Toro da al propio cine,- ahora se entienden buena parte del porque todas las nominaciones recibidas -, a los cuentos de hadas, con el más sencillo y clásico de todos ellos, y con el cual el director mexicano sigue demostrando una vez más que con el paso de los años sigue siendo igual de cursi.

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