Supongo que no fui el único sorprendido en su día cuando se anunció su rodaje (siempre envuelto en numerosos rumores) y supongo también que no fui el único que se llevó las manos a la cabeza al conocer ciertos detalles, pues todo el asunto de Darabont y demás no hacía sino agregar un halo de polémica a un proyecto que ya de por sí no era muy bien acogido. Rescatar sagas de su nostálogico olvido, como ya demostró el propio Lucas con Star Wars, no suele salir bien a nivel de calidad aunque sí que es profundamente rentable.

Así que acudí a verla con las peores expectativas y estas fueron satisfechas y con creces. Está claro que desde un principio se intenta emular las primeras entregas, sumiendo a la cinta en un ambiente ausente de cualquier tipo de modernidad. La secuencia de la persecución inicial y la de la moto son trepidantes, aunque de exagerada duración, pero entretienen y el seguidor de la saga las soporta con más buenas sensaciones que malas vibraciones.

El problema nace en los momentos de tensión, cuando Harrison Ford tiene que permanecer quieto amenazando con realizar alguna heroicidad. Y es que el sombrero esconde canas y cartón, se le nota viejo y cansado y la cinta lo paga en su credibilidad, pues toda escena de calma que precede o sucede a la tormenta sitúa al espectador en un mar de dudas sobre su resolución. Así, según avanza la película, los secundarios van tomando el mando de las operaciones y LaBeouf parece totalmente dispuesto a acoger su relevo, llegando a convertirse en un determinado momento en el claro sucesor del hombre del gorro.

Tampoco juegan mucho a favor de la historia el insustancial personaje interpretado por John Hurt ni las decisiones que los guionistas parecen haber tomado sobre la vida del héroe del sombrero. Su boda, su hijo, agente de la CIA y demás historias no parecen cuadrar con mucho acierto con el personaje que un buen día de hace ya 27 años nos trazaron con pulso de hierro ante nuestras infantiles pupilas, personaje que hemos idealizado hasta el punto de convertir en ídolo, héroe de muchas infancias y juventudes. Personaje que creíamos desaparecido, desactualizado y que algunos seguimos prefiriendo que sólo permanezca en la memoria.

Y es que esto, señores, esto no hacía falta.