Es My Sassy Girl una propuesta tan meritoria en su fondo como irregular en su resultado final. Siempre es arriesgado recurrir a la división externa del argumento en capítulos ya que produce grandes desigualdades entre ellos, y esta cinta no es excepción a ello.

Pero más allá de esos altibajos en el ritmo, más allá de que las situaciones destinadas a provocar risa de la primera parte lo hagan o no, que la historia te envuelva y emocione como se busca siempre en este tipo de películas, hay una serie de cosas a destacar realmente en estas más de dos horas de anime con actores, con todo lo que esto conlleva: una duración exagerada, así como una exagerada ración de sentimientos, bofetones y gritos; multitud de momentos de relleno que aportan poco o muy poco a la historia y que alargan aún más el metraje, al mismo tiempo que le provocan al espectador unos cuantos minutos de hastío delante de la pantalla.

En cambio, añade esa magia (sin duda procedente de las numerosas novelas rosas animadas que abundan en el este de Asia) de saber que todo es posible al final, de conocer de antemano que habrá sorpresas y poder imaginar por dónde irán éstas. Añade una contraposición de lo más trascendente frente a lo totalmente banal, un conjunto de sensaciones que hacen que uno se sienta dentro de una montaña rusa de desbordante emotividad, que nunca llega a subir hasta la cima, pero que tampoco llega a tocar fondo en ningún momento.

Asimismo, existe una excesiva inocencia en la mayoría de los personajes que resta varios enteros al resultado final, falta picardía y sensación de encontrarse ante dos personas enteramente adultas y sobra almibaradas situaciones, quizás, demasiado infantiles.

En resumen, una película que los amantes del cine asiático no deben perderse, pero que para aquellos que no frecuentamos las historias de ojos rasgados no resultará algo del todo satisfactorio, aunque sin duda, se deje ver.