Bueno, bueno, bueno, ¡qué producto! nos encontramos ante una película de videocámara patética, con unos diálogos para apuntarlos y tenerlos guardados en el portapapeles de microsoft word para toda la vida. Es tan mala y está tan mal hecha que a ratos he llegado a dudar (y no es broma) si realmente la película tiene un guión escrito en papeles y los dos "actores" que salen lo han leído. Es todo tan pueril, tan absurdo, tan estúpida e inverosímil la actuación de los personajes que no puedes hacer otra cosa que preguntarte... ¿qué es esto?

Los diálogos dan risa de cutres que son, y las escenas no explican nada de nada; es decir, aparece una escena de algo que te deja intrigadillo y al final... ¿qué?... al final... ahí se queda la cosa, no te aclaran nada de nada.

Es una película genial como comedia, que vamos, que te tienes que reír obligatoriamente, no por maldad, sino porque es inevitable, por más que pienses "venga, se benévolo, no tenían mucho dinero", nada, al final te tienes que reír de los diálogos y las actuaciones por ridículas. Pero es que en la sala se oían risitas de vez en cuando.

Lo único que salvo es al grupo de amigos que estaban en la fila de butacas de enfrente porque me hacían reír cuando la película llevaba una hora y pico y hacían comentarios que denotaban aburrimiento puro.

Pero si hay algo que me choca hasta sacarme sangre, es el tema de Steven Spielberg... pero... por el amor de una madre... el director de "El diablo sobre ruedas" y "Tiburón", dos películas a cada cual más inquietante y resulta que se inquieta con esta basura de tres al cuarto. Bueno, tiene más de 60 años, hay gente que con esa edad comienza a cambiar.