Elegancia, finura, clase, estilo, uso correctísimo de los colores, de las expresiones, elección perfecta de grandes actores, y por supuesto, una forma de dirigir tanto a equipo técnico como artístico, sublimes. Podríamos decir que es una película minimalista, pues a pesar de tener un presupuesto millonario, se utilizan muy pocos decorados, pero no se necesitaba ninguno más en absoluto, pues si unas manos y una cabeza como las de Pedro Almodóvar pueden contar una compleja historia usando cuatro o cinco espacios, es una cosa de agradecer y de disfrutar.
Espera... ¿he dicho "compleja historia"? ¡La historia es lo más simple del mundo! Pero el cineasta ha cogido los alicates y ha dado mil vueltas de tuerca al asunto para meternos de lleno en un laberinto de flashbacks y regresos al presente en los que quiere volverte loco aposta para que tu mente se haga un lío; de hecho los primeros veinte minutos son para tu consciente, un sindios absoluto, hasta que la maestría de Almodóvar te va resolviendo poco a poco, las dudas, te deja las cosas muy claras conforme va transcurriendo el film, hasta que te das cuenta de la maravilla que tienes delante de tus ojos, de la gran obra cinematográfica que se ha realizado, y se ha realizado en España. El final es perfecto.
Enhorabuena, Pedro... enhorabuena.