Mira que habré visto películas malas o sin pies ni cabeza a lo largo de mi vida, pero "LA SEÑAL" ha marcado con mucho la diferencia. Hacía años que no veía una película de supuesta ciencia-ficción tan absurda, tan estúpida y tan mala.

"LA SEÑAL" no tiene ni pies ni cabeza. Da la impresión de que todo el "argumento" está improvisado, de que pusieron las cámaras a rodar partiendo de una idea genérica y que -en un alarde de creatividad- dejaron que los actores hiciesen y dijesen lo primero que les pasase por la cabeza. Claro que también puede ser que William Eubank (el director y guionista principal) sea un puto genio despistado que se dejó olvidado el guión en su casa por culpa de una noche de farra y claro, al día siguiente tuviera que ponerse a filmar de cualquier manera, con una resaca de tres pares de cojones y tratando de recordar de qué coño iba la cosa. Otra posibilidad de que tanto él como los coguionistas Carlyle Eubank, David Frigerio sean adictos a todo tipo de sustancias estupefacientes y que bajo sus efectos pariesen un "anti-guión" que, como la antimateria, al entrar en contacto con el celuloide se autodestruyese y que el resultado de ese "Big-Bang" creativo sea esta gilipollez cinematográfica.

"LA SEÑAL" empieza con aires de película barata de adolescentes con traumas vitales que deriva enseguida en aventura de hackers adobada con un par de gotas de "road-movie" y algo de esencia de "El proyecto de la bruja de Blair". Esta parte no es que sea mala, sino simplemente aburrida. Son casi veinte minutos de sopor hasta que por fin los protas llegan al lugar del que parte la "señal", se llevan un susto morrocotudo y... uno de ellos se despierta en un sitio raro, raro lleno de gente rara, rara embutida en trajes aislantes raros, raros y que se comporta de forma más rara, rara todavía.

Y, a partir de ahí, el desmadre más absoluto: una mezcla de elementos de "The Cube", "Matrix", "El piso 13", "Expediente X", "La amenaza de Andrómeda" y "The Flash", todos ellos metidos en una batidora y soltados de cualquier manera, sin orden ni concierto.

En fin, no voy a contar el absurdo final, pero en los últimos minutos el nivel de delirio alcanza cotas difícilmente superables. No das crédito a lo que estás viendo y por tu mente pasa una sola pregunta: "¿Pero qué coño es ésto?".

Después, te encoges de hombros, apagas la tele (por fortuna, la película ya está disponible en la red y no tienes que tirarte de los pelos por haber malgastado 9 euros en ella en un cine) y te vas a la cama.

Le he puesto un 1 por las escenas del laboratorio. Pero si por mí fuera le pondría un -10.