Es, básicamente, lo que contiene la cinta. Buena intención, afán de elegancia comidos por la polilla. Desde el minuto uno se sabe, exactamente, todo lo que va a ocurrir. Peor aún, desde el minuto uno llora uno cuando contempla los desgarrones del tiempo. Stewart está ridículo porque el papel es tontorrón; magnífico en cambio el empleado trepa. Vi esta película imbuido de cinefilia hace muchísimos años, en un cineclub, y salí encantado. Verla otra vez es ya no verme a mí, lo que aterra. Claro que la película era igual de tontina, sosina en aquellos tiempos, y seguramente también en 1940, pero uno estaba más limpio, más nuevo. Bah, bah y rebah. ¡Qué tontería!
Lo que sí es para tomar nota es Morgan, si no excelente actor, sí formidable presencia, y a quien creo recordar como capitán pirata en "El cisne negro". De verdad, queridos amigos; si ustedes están lúcidos, no vean cine clásico, porque añadirán amargura a la lucidez.