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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
8
Drama. Romance Irlanda, 1916. Cuando Charles (Mitchum), un maestro rural viudo, vuelve de Dublín a su aldea natal, Rosy (Sarah Miles), una muchacha muy impulsiva, se encapricha con él y no parará hasta llevarlo al altar. Pero el matrimonio fracasa: Charles es un hombre maduro y sosegado mientras que su esposa es una joven muy apasionada y romántica que acaba enamorándose de un oficial inglés con el que se ve en secreto. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2011
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre todo cuando los ojos que lo contemplan son urbanos. La gente en los pueblos pequeños es más bruta, más mala, más envidiosa. Este se lleva la palma. Tiene sólo una calle, pero de repente se llena todo de vecinos que sólo respetan al cura. Un cura tan viril y que siempre llega un par de minutos tarde. Aunque, de verdad, no se esperaba nadie lo miserable del tabernero. Ni que la estolidez de Mitchum llegara a tanto, (es la antítesis del macarra de "Amanecer"). Ni que el tonto del pueblo tenga el don de la ubicuidad, (siempre está en el meollo, aun cuando las distancias de las playas son kilométricas). Una película a la que sólo sobra la escena de la tempestad, que se quiso que fuera apoteósica y lo es. La sencilla historia de una mujer "malfollá" que transmite al espectador el deseo de carne no parece dar para tanto metraje, pero da. Aunque, por casualidad, vi un lunes el dvd 1 y el martes el dvd 2, y la cosa se queda más fresca, me temo, que todo de un empacho. Cuando se dice que ya no se hace cine así, se miente; se intenta continuamente hacer cine así, y en imaginería seguramente se logra. Pero en esta cinta se nota que aún se confiaba un poco en el espectador, lo que quiere decir que no se le da todo mascado o que los personajes son una panda de romos gilipollas. Todos, pero todos, tienen aquí más de una cara, más de una doblez, (hasta Mitchum, que aparece y desparece pétreo, es despedido in extremis con cara de duda, en una escena maravillosa). No es el colmo de la psicología, de la sutileza, pero al menos estamos ante una obra que no nos toma por tontos. El trabajo actoral es magnífico, pero tener a Trevor Howard, rústico y de una pieza, pero con perspicacia de altos vuelos, es jugar con ventaja. Muy apetecible Sarah Miles, a la que da gusto ver cómo por fin se la meten de verdad. Y maravilloso el sordomudo Michael, que es exactamente como mi perro de comportamiento. Y me pregunto cuántos turistas habrán ido después a ver esa playa.
berenice
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