Un sosias de Philip Marlowe, con gabardina y sombrero de fieltro, protagoniza esta alegoría existencialista de ciencia-ficción sesentera, de tonalidad sombría al modo expresionista del mejor cine negro. Dirigida con soltura visual en cuanto a la comprensión de la trama, desprende un aroma marcadamente kafkiano y se desarrolla en una sociedad interplanetaria-Alphaville- similar a la Tierra, en la que una computadora maneja y controla las emociones del ciudadano en una clara alusión a la obra de Orwell 1984. Por otro lado resulta premonitoria la voz en off que va narrando ciertos pasajes, grave y quebrada de dicha computadora, pues recuerda por momentos a la posterior HAL 9000 de la obra maestra de Kubrick. Por si fuera poco, los personajes que pululan alrededor del afanoso investigador, sobretodo las mujeres (en concreto Ana Karina, co-protagonista del film), ofrecen un alienado comportamiento, cual autómatas replicantes, sí, he dicho replicantes porque además su última secuencia parece una clonación de la, años más tarde, magistral Blade Runner. Así pues, toda una mezcolanza futurista, aliñada en su composición de pizcas de Welles, Lang, Orwell, Kafka y asemeja un referente para las nombradas obras de Kubrick y Scott. Curiosa e subjetiva experiencia.