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España España · La Vaca de Muchos Colores
Voto de Pierrot Le Fou:
8
Drama. Acción Un relato sobre las artes marciales y el alma de la civilización china. Dos maestros de kung fu, Ip Man (Tony Leung), el hombre que entrenó al mítico Bruce Lee, y la bella Gong Er (Zhang Ziyi) se reúnen en la ciudad natal de Ip Man en vísperas de la invasión japonesa de 1936. El padre de Gong Er, un gran maestro de renombre, también viaja a esa ciudad para la ceremonia de su jubilación, que tendrá lugar en el legendario burdel El ... [+]
11 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una larga ausencia Wong Kar-Wai vuelve a sentarse en la silla de director para brindarnos una película que, si bien no es completamente ajena a sus escenarios habituales (recordemos que "As Tears go By" y "Ashes of Time" ya tomaban el tema de la lucha y las artes marciales como punto de referencia), si supone un nuevo paso en el modo de trabajar de uno de los directores más aclamados del cine asiático actual.

Y es que The Grandmasters, como no podía ser de otro modo viniendo de quien viene, presenta una fotografía sublime con un registro de colores, una atención por el detalle y una concepción de los espacios que encandila, deleita y sorprende desde el primer momento. Así, incluso en las vertiginosas escenas de combate (la "gran" novedad de la cinta con respecto a los ritmos y situaciones a las que nos tiene acostumbrados el director), podemos encontrar el sello de identidad de un maestro que, alejándose de la voluptuosidad, colorido, magnificencia y hasta extravagancia de las producciones más recientes del género (pienso en "Tigre y Dragón", "Hero", "La Casa de las Dagas Voladoras", etc), se centra en la contundencia, la técnica y la ferocidad de la lucha para ofrecer un espectáculo visual donde, increiblemente, los pirueteos o la presentación excesivamente coreografiada de otras cintas están aquí completamente ausentes. No encontraremos en The Grandmasters luchadores saltarines, combates que más parecen bailes o efectos especiales que convierten el arte marcial en un teatro efectista para el forzado deleite del espectador. Y sin embargo, el genial tratamiento de dichas escenas, con cuidada atención a cada golpe, bloqueo, giro y posicionamiento o desplazamiento de los pies de los contendientes, les confiere tal atractivo que engancha y deleita gracias también a un magnífico uso del sonido, que en todo momento engrandece y enfatiza la contundencia de la batalla. El trabajo de cámara, por su parte, brilla con luz propia cuando, unido a una edición y un montaje más que sobresalientes, nos permite disfrutar de unos combates donde la ferocidad de la violencia dialoga armónicamente con la delicadeza de los detalles y los lentos primeros planos, dando lugar a un ritmo muy particular que, sin verse forzado pese a lo complejo de dicho tratamiento, confiere una notable personalidad a cada escena. Todo ello enmarcado en unos escenarios cuya atmósfera (un lluvioso y oscuro callejón en medio de la noche, una nevada estación de tren azotada por el viento, la recargada estancia de una "Casa de Placer" de la china de los años treinta...) dota a cada escena de una ambientación completamente única y cargada de personalidad.

No se queda atrás tampoco, como también es habitual en las cintas del autor, el excelente trabajo del equipo artístico. Esta vez, bajo el paraguas de unos años 30 que se debaten entre la pervivencia de la cultura tradicional china y el advenimiento de la modernidad industrial de principios del siglo XX, asistimos a una bella caracterización de escenarios y personajes en los que todo elemento, desde los uniformes, trajes y vestidos de l@s protagonistas y secundarios hasta la decoración de las salas, escuelas y exteriores, está cuidado al detalle. Una delicia estética que combina sabiamente abundancia y austeridad sin caer en ningún caso en el boato y sobrecarga.


Por último, cabe resaltar el que a nuestro juicio es el punto más flojo de esta nueva película; el tratamiento del argumento y la historia. Bien es sabido que Wong Kar-Wai no es precisamente un devoto de las reglas del guión y la planificación previa. De hecho, es usual que el director conciba y construya cada escena directamente cuando se encuentra frente al escenario elegido para cada circunstancia. En The Grandmasters, sin embargo, este método libre, improvisado y “rebelde” que tan buenos resultados dio en su filmografía previa (sobre todo en títulos como Days of Being Wild, Chungking Express o Fallen Angels) pasa factura ante las dificultades de imbricar una historia compleja en la que personajes, contexto histórico, teoría, práctica y evolución de las artes marciales y vivencias personales interactúan entre ellas como si de un protagonista más se tratara. Así, ante el habitual cambio de foco hacia las historias de los personajes que enriquecen el universo personal de Ip Man, el supuesto protagonista, en ocasiones resulta complejo para el espectador encontrar un hilo conductor que mantenga la atención e interés y permita agarrarse al centro recurrente de la trama que se está narrando. De hecho, si comprobar como el protagonismo se alterna alternativamente entre el personaje masculino y el personaje femenino de la historia resulta un atractivo notable (llegando incluso esta última a eclipsar en interés y actuación a la del propio Ip Man), en ocasiones dicha dualidad afecta a la continuidad del relato sin que el espectador comprenda muy bien como se ha llegado a cierto punto de la historia del otro. Sensación que se ve acentuada ante los constantes y difíciles cambios de ritmo de la película; de frenéticas (y excepcionalmente realizadas) escenas de acción a lentos monólogos interiores o descripciones de contextos que de nuevo se ven súbitamente interrumpidos por una nueva pelea, disputa o tensión dramática. Un ritmo atragantado en el que cada una de las partes es una pieza perfecta y bien construida, pero que difícilmente encajan entre sí de manera armónica al contemplarse en conjunto como una sucesión de acontecimientos.

En definitiva, una cinta notable por su factura técnica, visual y artística que deja de lado el estilo rebelde y dinámico de las primeras producciones de Kar-Wai para dar paso a una etapa de “madurez” en la que la perfección estética y formal relevan a las imágenes borrosas, los escenarios caóticos y las cámaras imprecisas de sus etapas previas, alejándose igualmente de los “cánones establecidos” del Nuevo Cine de Artes Marciales inaugurado ya hace años por Ang Lee con su Tigre y Dragón.
Pierrot Le Fou
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