Alfred Hitchcok nos muestra con su acostumbrada maestría el “hoby” forzoso de James Stewart. Como si fuera el desplegado de una maqueta. Y nosotros unos voyeristas explorando una casa de muñecas gigantes. El gordo Alfred nos mete de lleno en la historia. Y nos atrapa. Porque ya no queremos salirnos del rol de mirones. Y más si tenemos de compañía a la elegante Grace Kelly. Ahora que lo menciono. Empiezo a notar la obsesión del gordo Alfred por las “Barbies” rubias.
Otra dama no tan agraciada físicamente pero si de un gran talento y que vemos en este filme es Thelma Ritter. A quien vi y me simpatizo en “The Misfits” junto al rey Gable.
Por otro lado, Hitchcok se divierte con el manejo de la cámara. Explora morbosamente la mente espía del ser humano de una forma sencilla y casera. Como si estuviéramos dentro de un comic. Dentro de un vecindario que tiende a volverse real.
En mi país un cómico que fue famoso por esa época, conocido como “Clavillazo” hizo un remake de esta obra de Hitchcok. Y es que esta neurótica obra trasciende fronteras y tiempo. Ya que en toda sociedad. Alguna vez jugamos el rol de fisgones y nos negamos a vernos a nosotros mismos, porque nos da miedo descubrir al asesino que habita en lo más profundo de nuestros subconscientes. Y solo hasta que sufrimos un accidente (nos rompemos una pierna) es que comenzamos a reflexionar. Un don que nos dio un poder supremo.