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Voto de Hammersfall:
7
Drama Raskolnikov, un estudiante pobre, asesina y roba a una vieja avara y considera que su crimen está justificado porque la considera un parásito de la sociedad. Al principio consigue eludir las sospechas de la policía, pero no el tormento que le causa su aislamiento y su sentimiento de culpa. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Josef Von Stemberg, decubridor de Marlene Dietrich, tuvo que afrontar el reto de condensar el ladrillo de Dostoievski, Crimen y Castigo, una obra densa y meticulosa, hija del realismo literario decimonónico. No obstante, nuestro director apuesta por un film onírico, cambiando el ambiente sórdido de la Rusia Zarista por una atmósfera atemporal y occidentalizada, sin renunciar a cierta simbología originaria. Con ese primer logro salva la película de convertirse en una reproducción literal y apersonal. También se apoya en algunos cambios temporales respecto al guión que le entrega el gran literato ruso.

Debido a la extensión de la novela, el guión de la cinta se centra en lo plenamente argumentario, dejando la psicología de la culpa en manos de la interpretación de los actores, especialmente de Peter Lorre y al final de la película, también de la inefable en belleza, Marian Marsch.

El guión apenas se desvía de su objetivo, salvo por la relación de Tonia con su insoportable novio forzado, por cierto, interpretado en clave de humor por Gene Lockhart. Es la única licencia diversiva (de diversión) que se permite Stemberg.

Las interpretaciones de Lorre, Marsch y Arnold son soberbias, si bien en los dos primeros casos aún se denotan vestigios del cine mudo, de hecho, los ojos saltones de él y los rizos de ella son estereotipos de los años 20. Ella, en su personaje, exhibe una cierta moral cristiana que en realidad no aparece en la novela, pero que no queda tampoco incoherente ni ridicula, lo que sumado al rostro inmaculado de esta actriz le otorgan un espíritu angelical ya jamás superado en el cine, como el de esas mujeres santificadas de las Cruzadas de Cecil B. Demille.

El personaje policiaco que interpreta Arnold resulta incisivo y asfixiante, como preludio del Teniente Colombo, que sabe desde el comienzo cual es su presa y tiende todo tipo de trampas y subterfugios psicológicos para minarla.

Respecto a la cuestión estética, dos apuntes, luces y sombras de maestría casi inigualable, Stemberg difumina y granula con una coherencia artística deslumbrante, porque es un genio olvidado que aportó mucho en materia de iluminación y realización. La luz está enfocada donde interesa, sobre todo en los ojos límpidos de la prodigiosa Marsch que por momentos parece fabricada de porcelana y lapislázuli.

Los movimientos veloces e histriónicos del pequeño ratón Lorre ayudan a generar sensación de desasossiego y a sacarnos de dudas sobre cual será su final, (spoiler). Aquí se genera el dilema del prisionero entre el Raskólnikov criminalista y entre el frágil hombrecillo bueno atormentado. Y es que en este caso, el guión de Stemberg plantea un crimen aparentemente "justo" por la avaricia y despotismo de la víctima asesinada.

En fin, una maravilla digna de ver varias veces (3 o 4) en una década y no aburre, entresacándosele siempre nuevas experiencias visuales y piscológicas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hammersfall
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