Ayer viernes terminó la primera temporada de la que ha sido la serie más esperada del año -y del lustro incluso- y también la que más polémica y decepción ha generado. El señor de los anillos: Los anillos de poder es una serie de televisión que ha contado con un presupuesto desorbitado, de unos 1.000 millones de euros, exclusivamente destinado a la realización de la primera temporada -unas nueve horas de metraje-. Si cogemos la calculadora nos sale un precio aproximado de casi dos millones de euros por cada minuto de pantalla. ¿Está bien invertido ese dinero? En mi opinión no. Creo que esta producción es de una mediocridad enorme pese a sus apabullantes efectos digitales y los impactantes escenarios neozelandeses. Son tres los elementos que me chirrían: el horrible montaje -una sucesión caótica de historias-, el mal trabajo de cásting -actores poco carismáticos- y, en especial, el descuidado guión -que es el elemento más importante en cualquier serie de televisión-.

Entre los aspectos positivos de la serie me gusta bastante la banda sonora de la misma y los títulos de crédito, también el hecho de que al principio de cada capítulo te refresquen el anterior. Los pasajes en la isla de Númenor y ciertos personajes que salen de allí también me parecen de lo mejorcito, especialmente el personaje de Elendil, padre de Isildur. No obstante, el trabajo de casting realizado da como resultado un reparto bastante soso. Ni entre todos suman el carisma que tenía Viggo Mortensen en una sola uña del pie.

La mayoría de personajes destacan negativamente por su falta de feeling con los espectadores, sobre todo Robert Aramayo en el papel de Elrond, que ya con solo verle en la pantalla entran ganas de bostezar. Los pelosos también sacan de quicio. Entre los fans más acérrimos de Tolkien ha levantado bastantes ampollas el hecho de que el reparto de la serie sea multicultural. Es un tema en el que prefiero no meterme, pero ciertamente si iban a contar con un reparto multicultural -por motivos obviamente políticos- que menos que hubiese cierta coherencia entre familiares. Me explico, la blanca protagonista de las tierras del sur -Bronwyn- tiene un hijo filipino, la blanca niña pelosa -Nori- es de madre negra, o la negra princesa de Númenor -Míriel- es hija de padre blanco. En fin, que las mezclas no encajan.

Conclusión

Esta serie me ha dejado sumido en la duda de si continuarla o no cuando salga la siguiente temporada. No me gusta dejar las cosas a medias, pero menos me gusta comprometerme con algo que no me entusiasma. Al contrario de la mayoría de producciones, en previsión de sus masivas audiencias Los anillos de poder ya está firmada para al menos cinco temporadas. ¿El problema? Que no creo que tengan suficiente material interesante para alargarla tanto por lo que temo que haya mucho contenido de relleno, mucha paja.

Lo que está claro es que Los anillos de poder nunca va a generar el consenso que sí que tuvo la trilogía de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003), incluso puede que sea un producto inferior a la menos brillantes películas de la trilogía de El Hobbit (íd., 2012-2014). No obstante, Amazon se frota las manos, ya que, a pesar de las críticas, las audiencias millonarias y la lluvia de suscripciones parecen estar garantizadas.

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