Un magnífico duelo, quizás el más carnívoro que se pueda ver a día de hoy, ya que Hollywood no se atreve sino con finales felices debido a la gran crisis, pues de vez en cuando hay que asomarse por otros horizontes para ver una película desgraciada, con apetito por la piel suave y las vísceras, generando la típica trama de venganza a la coreana, clásica en su planteamiento pero variable en su ejecución..., tras el accidente en la nieve el protagonista necesita dos semanas de baja y tiene cuatro sospechosos, pero sus creadores son tan enfermizos que la pistas poco importan.

Es más una película estilista que dramática en sí, pero supone una exhibición de tortura que sigue los patrones del psicópata, del que nace y del que se hace, hay mucho simbolismo y gestos, y buen humor, pero sobre todo es pervertida y degradante para el humano, tiene una tremenda carga moral sobre el castigador, una verdadera pesadilla en la que el cazador es cazado y liberado y cazado y en la que ambos disfrutan porque de esa manera se encuentra al diablo, del sufrimiento ajeno y también del propio.

Lo más destacable es que el verdugo se pone a la altura del asesino, ambos son pues enfermos y el relato se hace muy ameno al ver de qué manera la vida crea monstruos, seres primitivos, pero es que encima no se cortan, la película siempre va más allá y entonces llega muy lejos, tiene un par de puntos negativos como todo lo relacionado con la cápsula y llega a perder el control, normal cuando se dibuja una lucha tan horrible por el dominio, pero es capaz de hacerte preguntar casi desde el principio: "¿y ahora qué?" y es una búsqueda de la venganza absoluta en la que se intercambian los papeles de héroe a villano, eso digo yo que es muy difícil de conseguir cuando uno de ellos es un asesino de jóvenes sin piedad, siempre pasando por estados de miedo y dolor y resuelta con cierta calidad emocional.